sábado, 27 de abril de 2013

Un caso de amor.


Capítulo 31- El informe presidencial (parte I)
Al llegar a la morgue fuimos a ver los cuerpos, nos dejaron a solas para hacer nuestro trabajo, bueno más bien mi trabajo.
-Les dispararon con una pistola a corta distancia- dije.
-Muy distinto de cuando mataron a los funcionarios ingleses- dijo William.
Analicé los cuerpos y la causa de la muerte había sido el disparo en la frente, murieron al instante. Después de un par de horas el jefe del FBI regresó.
-Y bien, ¿qué me puede decir doctora?- preguntó.                                                               
-Murieron por el disparo en la frente- respondí- la familia Millefiore no lo hizo.
-Encontraron una rosa en cada cuerpo, yo creo que sí lo hicieron- dijo el jefe.
-Cuando mataron a los funcionarios ingleses les dispararon una especie de aguja que contenía un veneno que los mataría en minutos, ellos murieron al instante- dije.
-¿Y qué me dice de las rosas?- preguntó.
-Tendría que analizarlas y así podría decirle si son de la familia Millefiore o si son de un imitador- respondí.
-Me temo que eso no será posible- sonrió.
Me quité la bata a cómo pude y guarde mis cosas.
-Entonces no tenemos nada que hacer aquí- dije.
El jefe nos miró fijamente.
-Si me trae las rosas sabremos quién lo hizo- dijo el detective.
El jefe bajó la cabeza y suspiró profundamente.
-Está bien, las traeré- dijo.
Salió del laboratorio y fue por las rosas, tardo solo unos minutos.
-Aquí están- las dejó sobre la mesa.
-Bien, tengo que mandar las muestras a mi ayudante a Londres, no será rápido- dije.
-No importa, haga lo que tenga que hacer- dijo el jefe.
Tomé las muestras que le enviaría a Alice, mientras el jefe y el detective conversaron.
-La vicepresidenta dará el informe mañana en la mañana por televisión- dijo el jefe.
-Aquí está el informe escrito- el detective le dio un folder- la causa de la muerte.
-Perfecto, muchas gracias- dijo.
El jefe se fue y nosotros nos quedamos en el laboratorio, tardaron en llegar por las muestras y teníamos que esperar.
Ya era de noche, nos habían reservado una suite en un hotel, así que fuimos a descansar y a comer algo.
-La forma en cómo enfrentaste al jefe del FBI fue extraordinaria, aunque podría dejarnos sin trabajo- dijo William.
-El gobierno estadounidense no puede interferir en la policía de Inglaterra- dijo el detective- así que no hay nada que temer- sonrió.
William y el detective conversaban tranquilamente, parecían amigos de la infancia y si no los conociera pensaría eso.
-Jefe, ¿usted cree que fue la familia Millefiore?- preguntó William.
-No lo sé- respondió el detective- pero de lo que estoy seguro es que si tiene algo que ver.
-¿Algo que ver?- pregunté, exaltada.
El detective volteó a verme y sonrió.
-Pero no siempre estoy en lo correcto- continuo comiendo.
William me miró fijamente, su semblante parecía de preocupación, y entonces suspiró.
-Cuidare de Lyla- dijo- así tenga que dar mi vida.
El detective volteó a verlo.
-No eres el primer detective que dice eso- dijo.
-Lo sé- bajo la cabeza.
Terminamos de comer, la luna se ocultaba entre las nubes negras y no dejaba reflejar su hermosa luz; el celular del detective sonó.
-¿Hola?- contestó.
-¡Greg! Pensé que ya estarías dormido.
-¿Entonces por qué llamaste?- sonrió.
-Bueno, quería hablar contigo, pensé que, a lo mejor, no estarías dormido y bueno- suspiró.
-Tranquila, ¿de qué quieres hablar? ¿te llegaron las muestras?
-Sí, sí me llegaron, pero no es de eso de lo que quiero hablar, bueno, más bien, solo quería saber que estuvieras bien.
-Estoy bien, gracias por preocuparte.
-Que bien, entonces será mejor que descanses, luego te llamo.
-Está bien- se levantó y camino hacia su habitación.
William sonrió.
-Seguro era Alice- dijo- ella es el único ser viviente que lo hace sonreír así.
Voltee a verlo, él miraba hacia el suelo y tenía una leve sonrisa dibujada en su rostro.
-Y aunque yo soy más alegre que él- suspiró y no aparto sus ojos del suelo- también existe una sola persona que me hace sonreír- volteó a verme.
Lo miré suavemente, sus ojos brillaban y su sonrisa ahora era grande; se levantó y se sentó junto a mí.
-Solo existe una persona por la cual daría mi vida- me miró fijamente a los ojos.
En ese momento, William estaba muy cerca de mí, sentí como la sangre me hervía al sentir esa dulce y atrevida mirada, me quede inmóvil y mi corazón comenzó a latir rápidamente. William acarició con su mano derecha mi mejilla y así recorrió mi cuello hasta llegar a mi hombro, entonces con su otra mano me tomó mi otro hombro y con suavidad me acercó a él; yo no me movía, tampoco hice ninguna expresión, solo deje que me llevara hacia él y así quedaron nuestros rostros tan cerca el uno del otro que podíamos sentir nuestra respiración. Cerré los ojos y olvidándome de todo pensamiento me acerqué y lo besé. El beso fue al principio dulce y tierno, pero después subió de intensidad.
-Lo siento- dije y rápidamente me separé de él.
-No importa- dijo.
Me levanté y camine unos cuantos pasos y me lleve las manos a la cara, sentía vergüenza, no podía ver en ese momento a William a los ojos.
-No sé qué fue lo que hice- dije- por favor perdóname.
William se levantó y caminó hacia mí, me tomó de los hombros y me volteó y quedé frente a él.
-Yo sí sé qué fue lo que hiciste- dijo- te dejaste llevar por tus sentimientos y eso no es malo.
-Exacto, me deje llevar, fue todo- sonreí nerviosa pero no lo miraba a los ojos.
-No, no fue todo- se acercó a mí- porque ahora yo soy el que se dejará llevar.
Me besó.

viernes, 19 de abril de 2013

Un caso de amor.


Capítulo 30- América.
-Este lugar es de mis favoritos- dijo el detective Cassells.
-La comida es muy buena- dijo Alice.
Era la segunda cita romántica entre en el detective y Alice, al parecer la primera no había resulta muy bien, así que volvieron a repetirla. El detective ya había pagado la cuenta y se le ocurrió llevar a Alice a su departamento.
-¿Nos vamos?- le preguntó a Alice.
-Sí, claro- respondió ella.
Salieron del restaurante y su auto ya estaba esperándolos afuera, ambos se subieron.
-¿Puedes llevarme a mi casa?- preguntó Alice.
-Sí, claro- dijo el detective con una sonrisa traviesa, pues no pensaba llevarla a su casa.
El auto arrancó y recorrieron el camino hacia la casa del detective, Alice notó que no la levaría a su casa.
-La vuelta era a la derecha- dijo.
-Ah, lo siento, ahorita regresaré- dijo el detective.
Se desviaron y llegaron al edificio donde el detective vivía.
-Bien, no me llevaste a mi casa, sino que me trajiste a un edificio que no conozco- dijo Alice.
-Ahora vivo aquí- dijo el detective.
Abrió la puerta de su departamento y entró.
-Vamos, pasa- dijo el detective.
Alice entró, el departamento era amplio y lujoso: a su derecha había unas escaleras que conducían a la parte de arriba donde estaban las habitaciones; enfrente de ella vio la sala, un largo sillón y otros dos más pequeños, en medio una mesa de patas cortas. A su izquierda vio una larga y grande ventana que iba de pared a pared, por ahí se veía el cielo obscuro y las estrellas brillantes. El detective puso música.
-Has cambiado- dijo Alice.
-Bueno, la gente de nuestra edad vive sola- dijo el detective.
-No me refiero a eso, sino que ahora eres muy ordenado.
-Más bien que no tengo tiempo de desacomodar las cosas- rio.
-Pero también la gente de nuestra edad vive con su esposo o esposa, y en algunos casos con sus hijos- Alice soltó una pequeña risa.
El detective se acercó a ella y la tomó de las manos.
-Sabes, te extrañe- dijo.
-No podría saberlo- dijo Alice- no leo tus pensamientos.
El detective se acercó más a ella y la abrazó de la cintura.
-Te extrañe mucho- dijo.
Alice lo miró fijamente a los ojos.
-Pero tú tampoco lees mis pensamientos- dijo Alice- también te extrañe.
Ambos se acercaron y estaban a punto de besarse cuando el celular del detective sonó.
-Disculpa, debo atender- dijo el detective.
-No hay problema- dijo Alice.
El detective caminó hacia la cocina.
-Siéntate, por favor- dijo.
Entró a la cocina.
-¿Hola?- contestó.
-Detective Cassells.
-¿Detective Samuels? Que gusto me da oírlo, ¿cómo le va?
-Bien, aunque no del todo.
-¿Qué sucede?
-Detective le voy a dar una orden, me acaban de llamar del gobierno británico, me piden ayuda para investigar una serie de asesinatos.
-¿Asesinatos? Pero no han ocurrido asesinatos aquí, ya lo sabríamos.
-No se trata de Inglaterra, se trata de Estados Unidos, en la semana mataron a 2 diputados en Los Ángeles, a un senador en Miami y hoy al presidente.
El detective se sorprendió.
-¿Por qué le piden ayuda a usted?
-El gobierno de Estados Unidos le llamó al gobierno británico y pide que nuestros detectives del servicio especial  resuelvan el caso, y no solo eso, también quieren que el único médico forense que revise los cuerpos sea la doctora Grey.
-Pero, la doctora esta incapacitada, acaba de salir del hospital.
-Estos casos nos vinculan, necesito que el detective Nicholls, la doctora Grey y usted viajen de inmediato a Washington.
-¿Nos vinculan? ¿En qué?
-Dicen que en los cuerpos dejaron una rosa, por eso nos contactaron.
-La familia Millefiore.
-Así es, por favor viajen lo antes posible a Washington y manténgalo en secreto, aún no dan el aviso de la muerte del presidente.
-Seré discreto, no se preocupe.
-Gracias detective, luego lo llamo.
-Hasta luego- colgó.
El detective caminó hacia la sala, Alice estaba sentada en uno de los sillones pequeños.
-¿Qué pasa?- preguntó Alice.
-Tengo que llamarle al detective Nicholls, espera solo un momento- respondió.
Llamó a William a su celular.
-¿Hola?- contestó William.
-Detective Nicholls, necesito que la doctora Grey y usted vengan de inmediato a mi departamento.
-La doctora Grey aún esta incapacitada, ¿para qué nos necesita?
-Hagan sus maletas y vengan de inmediato, aquí les explico, le mandaré mi dirección por mensaje, por favor no tarden- colgó.
William se quedó sorprendido, dejo su celular en su cama y fue hacia mi habitación, yo estaba recostada leyendo un libro que Christine me había llevado al hospital.
-Lyla, empaca tus cosas, parece que tenemos trabajo fuera de la ciudad- dijo William.
-¿Qué? Estoy incapacitada, acabo de salir del hospital- dije.
William sacó su celular, le había llegado un mensaje y lo leyó en silencio.
-Aún tengo enyesado el brazo- dije.
-También trae tu pasaporte y tu visa- dijo William.
-¿Qué?- pregunté molesta- eso quiere decir que saldremos del país.
-No lo sé, solo has tu maleta y vístete, el jefe nos espera en su casa- William se fue a su habitación.
Me levanté de la cama y saqué un pantalón y una sudadera, me los puse y saqué una maleta.
-¿A dónde iremos?- pregunté con voz alta.
-No lo sé- respondió William.
Saqué todo tipo de ropa y la guardé, a como pude, en la maleta; tomé el libro y lo abracé con mi brazo izquierdo y jale la maleta con el brazo derecho, recordé que no había tomado mi pasaporte ni mi visa así que regresé al escritorio, abrí el cajón de hasta arriba y los saqué. Salí de mi habitación y William ya estaba listo.
-Perdón, había olvidado que no puedes con todo- rio.
-¿Por qué me sacan de mi incapacidad para resolver casos ajenos a nuestro país?- pregunté aún molesta.
-No son ajenos a nuestro país, estoy seguro que nada más es afuera de la ciudad.
-¿Y el pasaporte y la visa?
William suspiró.
-No lo sé Lyla, apúrate.
Subimos las maletas al auto, nos subimos nosotros y fuimos hacia la dirección que le había mandado el detective a William. Cuando llegamos no bajamos las maletas del auto, fuimos a tocar la puerta de su departamento.
-Detective Nicholls, doctora Grey pasen- dijo el detective.
Entramos a su departamento y vimos a Alice sentada en un sillón.
-¿Estaba a mitad de una cita?- preguntó William.
-Sí, pero esto es urgente- respondió el detective.
-¿Qué es más urgente que mi descanso?- pregunté agitada.
Alice sonrió.
-O que una cita con una bella chica, como Alice- dijo William.
-Me llamó el detective Samuels- dijo el detective.
Ambos lo volteamos a ver de inmediato.
-Me dijo que necesita nuestra ayuda, el gobierno de Estados Unidos los contacto para que resolviéramos una serie de asesinatos- dijo el detective.
-¿Y? Para eso tienen su propia policía- dije.
-Asesinaron a 2 diputados, un senador y al presidente de los Estados Unidos- dijo el detective.
William y Alice abrieron los ojos y la boca, yo solo miré fijamente al detective.
-Y no es la única sorpresa, en sus cuerpos dejaron una rosa- volteó a verme- la rosa de la familia Millefiore.
William y Alice voltearon a verme, sentí que un escalofrío me recorría el cuerpo, bajé la cabeza y no dije nada.
-Todo está listo, vámonos ya al aeropuerto- dijo el detective.
Salimos todos del departamento del detective.
-Alice estaré en contacto contigo para que me ayudes con los análisis y algunas cosas- dije.
-Está bien doctora, estaré atenta- dijo Alice.
Nos fuimos directo al aeropuerto, William intentó decirme algo pero no lograba hacerlo, lo vi inquieto así que tomé su mano, volteó a verme y le sonreí.
Llegamos al aeropuerto, el avión estaba listo para despegar, lo abordamos con cuidado y despegó. El vuelo fue largo y más por el cambio de zona horaria; cuando llegamos era de día, el clima era agradable, soleado pero no caluroso, ni tampoco muy frío. Un auto nos esperaba afuera del aeropuerto de Washington, nos llevaría a la casa blanca.
Cuando llegamos nos guiaron hacia la oficina del presidente, abrieron la puerta y entramos. Había dos hombres dentro y una mujer.
-Buenos días, soy el detective Greg Cassells del servicio especial de Inglaterra- dijo el detective.
-Buenos días- dijo uno de los hombres- mi nombre es Andrew Fletcher y soy el jefe del FBI, él es Peter Scott agente especial y la vicepresidenta Diane Wall.
-Le pedimos al gobierno británico que enviara al detective Samuels- dijo la vicepresidenta.
-Lo sé, pero el detective está de enviado especial en Venecia- dijo el detective- pero yo soy su suplente, él es el detective William Nicholls y ella es- la vicepresidenta lo interrumpió.
-La doctora Lyla Grey- dijo.
-Así es, veo que es muy conocida- dijo el detective.
-No, pero es la única mujer- dijo la vicepresidenta.
El detective sonrió.
-Bien, ¿qué podemos hacer?- preguntó.
-El cuerpo del presidente está en la morgue del FBI, lo trasladamos con mucha discreción, el país aún no lo sabe- dijo el jefe.
-Me gustaría revisarlo- dije.
-Por supuesto- dijo la vicepresidenta- no hemos dejado que ningún otro médico forense lo revise, tampoco a los diputados ni al senador.
-Entonces, ¿por dónde empezamos?- preguntó William.
-Primero la doctora revisará los cuerpos y luego ustedes comenzarán a investigar- respondió la vicepresidenta- necesito que sea rápido, tengo que darle la noticia al país.
-Los llevaremos a la morgue- dijo el jefe.
Salimos de la oficina y caminamos hacia la salida, el ejército estaba llegando.
-Revisarán la casa blanca- dijo el jefe- no queremos otra sorpresa.
-Entiendo- dijo el detective.
Nos subimos a una camioneta grande y negra, íbamos hacia la morgue.

jueves, 18 de abril de 2013

Un caso de amor.


Capítulo 29- Una hermosa mujer.
15 de febrero: se encontró un cuerpo en la habitación de un hotel en el centro de la ciudad, con este es el tercer cuerpo que se encuentra.
-Tres cuerpos, el mismo hotel y todas las víctimas son hombres- dijo el detective Cassells.
-No quiero saber que estaban haciendo- dijo William.
-Yo sí, así podríamos saber que les sucedió- dijo el detective.
Me había ausentado del trabajo, pero no porque quisiera, había tenido un accidente en casa y estaba en el hospital.
-Llevémosle las fotografías a Lyla, aunque esté en el hospital sabrá que les ocurrió a estos hombres- dijo William.
-No quiero alterar a la doctora, además, recuerda que dijo su médico que tenía que estar en total reposo- dijo el detective.
William suspiró profundamente.
-Nos hace falta y mucha- dijo.
Desperté en la cama del hospital, sentía una fuerte presión en la cabeza y en mi brazo izquierdo; me levanté como pude y voltee hacia la derecha y Alice estaba sentada viendo la tele.
-¿Alice?- le pregunté.
Volteo de inmediato y se acercó a mí.
-Doctora Grey, me alegro que esté despierta- dijo.
-¿Cómo fue que llegue aquí?
-William dijo que intentó cambiar el foco de su habitación pero se cayó.
-Cierto, cierto.
El médico entró a la habitación.
-Buenos días doctora Grey, yo soy el doctor Harris y estaré a su cuidado- dijo.
-¿Qué me sucedió?- le pregunté.
-Un fuerte golpe en la cabeza pero nada grave, se fracturó la muñeca y quedó inconsciente, por el golpe- respondió.
‘’La tercera muerte en dos semanas, otro hombre que estaba en un hotel, la policía aún no puede responder las causas de las muertes de estos hombres. A continuación el detective Greg Cassells, encargado de servicios especiales.
-Aún no sabemos con precisión qué mató a estos hombres pero estamos trabajando en eso’’.
Alice sonrió, el médico miraba fijamente la televisión.
-Estoy seguro que aún no saben cómo murieron porque usted está aquí- rio.
-Yo también lo creo- dijo Alice.
Ambos rieron.
-Bueno doctora Grey, si necesita algo hágamelo saber, con permiso- se fue el médico.
Alice se sentó junto a mí.
-William y el detective la necesitan- dijo.
-Sí, y no sé por qué no me han venido a buscar- dije.
Alice sonrió.
En la televisión seguían pasando la conferencia de prensa donde William y el detective aparecían, en ese momento ambos aparecieron en la puerta de la habitación y entraron.
-Oh por dios- dijo William al ver la televisión- ¿no se cansan de repetir eso?
-Doctora Lyla, necesitamos que nos ayude, llame a la escuela de medicina pero nadie puede venir y ayudarnos- dijo el detective.
-¿Me harán ir a la morgue?- le pregunté.
-No, no, le traeremos fotografías, estudios, radiografías, lo que usted necesite- respondió.
Los miré a ambos fijamente, los dos estaban preocupados y cuando noté que no podían más sonreí.
-Alice, examina los cuerpos- dije.
-¿Cómo? Pero aún estoy estudiando y no sé muy bien cómo- dijo.
-Saca radiografías, has los estudios que siempre haces y tráemelo, no olvides las fotografías- dije.
-Bien, bien, pero ¿Quién se quedará a su cuidado?- preguntó.
-El detective Nicholls y yo, nosotros no sabemos nada de eso- dijo el detective.
-Cierto- sonrió Alice- iré rápido.
Alice se fue, el detective Cassells se sentó en un sillón y comenzó a leer el periódico, William cambiaba de canal, no quería ver la conferencia de prensa.
-¿Por qué en todos los canales está eso? ¿Quieren ponernos en ridículo?- preguntó.
-Creen que somos perfectos- dijo el detective.
William apagó la televisión y se sentó junto a mí.
-¿Cómo estás?- preguntó.
-Bien, aunque mi brazo está envuelto en yeso y tengo vendada la cabeza- respondí.
William rio.
-Me preocupé mucho cuando quedaste inconsciente- dijo.
-Pero estoy bien- dije- aún tengo cosas que hacer, cosas que terminar.
William me miró dulcemente, yo le sonreí, me tomó de la mano y la besó.
-Y yo te ayudaré- dijo.
Ambos sonreímos.
Pasaron algunas horas, me llevaron la comida, me dieron la medicina; el detective Cassells estaba recostado en el sillón, William jugaba en su celular. Por fin Alice regresó.
-Aquí está todo lo que me pidió doctora- dijo.
-Tráelo, necesito verlo- dije.
Se sentó junto a mí y me puso los papeles en las piernas, abrí los sobres y los observé, el primero tenía las fotografías, el segundo los estudios y el tercero las radiografías. En la fotografías pude notar que los 3 cuerpos tenían restos de lápiz labial alrededor de su boca; en las radiografías no noté algo fuera de lo común pero en los estudios decía que habían sido envenenados, el veneno hizo que les diera un paro cardiaco.
-Lo tengo- dije.
El detective y William se pararon enseguida y se acercaron a la cama.
-¿La causa de la muerte?- preguntó William.
-Sí, y más- respondí.
El detective volteó a ver a William, William hizo lo mismo y ambos sonrieron.
-Los envenenaron, el veneno era tan fuerte que les paró el corazón, de eso murieron- dije.
-Pero- dijo el detective- las de la limpieza los encontraron.
-Ellos no estaban solos, y por lo que veo estuvieron con una mujer; también tienen una alta cantidad de alcohol- dije.
-No había botellas de alcohol en las habitaciones- dijo el detective.
-Entonces vayan a un bar, uno que esté cerca del hotel, estoy segura que no fueron lejos, es más, el auto de la última víctima debe de seguir en el estacionamiento del bar- dije.
-Bien, entonces iremos- dijo el detective.
Ambos se fueron, investigaron si había un bar cerca del hotel y lo encontraron, se dirigieron ahí. Llegaron, entraron y fueron directamente con el cantinero.
-Buenas tardes, somos de la policía, queremos hablar con su jefe- dijo el detective.
-Claro, yo soy el jefe y dueño de este local- dijo, era un hombre de baja estatura y de avanzada edad.
-¿Conoce a estos 3 hombres?- le mostró las fotografías.
-¿Son los de las noticias? Sí, los conozco, yo mismo los atendí- dijo.
-Cuéntenos, ¿qué pasó?
-Llegaron, pidieron, conversaron conmigo, hombres muy agradables, uno era casado y los otros solteros y tenían dinero.
-¿Se lo contaron a usted?
-Sí, sí, estaban muy borrachos, ya ni se les entendía que era lo que decían, después se fueron.
-Bien, si sabe algo por favor avísenos, con permiso.
Ambos caminaron hacia la puerta y se fueron. Llegaron al edificio de la policía y fueron a sus oficinas. Cayó la noche.
-Detective Cassells- dijo la secretaria- lo busca un cantinero.
-Pásalo- dijo.
Entró aquel cantinero, se sentó enfrente del detective y comenzó a hablar.
-Detective, estuve recordando estas horas y tengo algo- dijo.
-Dígamelo.
-Antes de que se fueran, los 3, llegó una mujer, recuerdo que era la misma mujer, solo que con distinto vestido, estuvo un largo rato con ellos hasta que se fueron.
-¿Cómo era la mujer?
-Hermosa- rio- de cabello negro y lacio, delgada, de piel blanca y ojos- pensó- verdes, era la mujer más hermosa que había visto.
-¿Recuerda si dijo su nombre?
-Oh sí, Celeste, así se presentó.
-¿Algún apellido?
-No, solo Celeste.
-Muchas gracias por su ayuda.
El cantinero se fue y el detective fue a la oficina de William.
-Detective Nicholls tome su abrigo- dijo.
-¿Por qué?
-El cantinero vino a hablar conmigo, dice que una mujer se les acercó a las víctimas y se fueron con ella.
William se levantó y tomó su abrigo.
-Entonces Lyla tenía razón- sonrió.
-Sí.
Ambos fueron rápido al centro de la ciudad, buscaron en todas las calles: cerca del hotel, del bar, pero no encontraron nada. Llegaron a una calle donde habían mujeres de la calle, se acercaron a ellas.
-Buenas noches, ¿podríamos hacerles unas preguntas?- dijo el detective.
-Policías, no sean tímidos, sabemos a qué se refieren- dijo una- me llamo Luna.
-Luna, lindo nombre- dijo William.
-¿Tú cómo te llamas, guapo?- le preguntó.
-William- respondió.
-¿Alguna de ustedes conoce a Celeste?- preguntó el detective.
Las mujeres se miraron entre sí, entonces Luna se adelantó y tomó de los brazos a los detectives y se los llevó a otro lado.
-Yo la conozco- dijo- la corrieron por ladrona, le robaba a los clientes.
-¿Ahora dónde trabaja?- preguntó el detective.
-En ningún lado, solo roba y mata.
-¿Mata? ¿A quién ha matado?
-Desde que inició es una asesina, su primer cliente era un señor adinerado pero nada atractivo, era viejo, casado, abuso de ella y después volvió a tener un cliente así, le cumplió todo lo que el señor quiso pero después lo mato. Varios años después descubrimos que robaba y que ella había matado a ese señor y la despidieron; la otra vez la vi y me dijo que ahora sí se vengaría.
-¿Dónde vive?
-No tiene casa, se la pasa de hotel en hotel, con hombres, todas las noches.
-¿Dónde podríamos encontrarla?
-En el bar, ahí siempre está.
-Gracias.
Ambos se dirigieron al bar, entraron y la buscaron, pero no veían a nadie. Después de un rato vieron que una mujer, parecida a la de la descripción del cantinero entró al bar y fue a sentarse, entonces William y el detective se acercaron a ella.
-Buenas noches- dijo el detective.
-Buenas noches, guapo, ¿qué se te ofrece?
-¿Qué tal si vienes conmigo y mi amigo?
Volteó a ver a William.
-Claro que sí- se levantó.
Salieron del bar y se subieron al auto.
-¿Qué hacían dos hombres tan guapos como ustedes en ese bar? Ahí van puros viejos lujuriosos- dijo.
-Queríamos probar algo nuevo- dijo William.
-No me han dicho sus nombres, díganmelos.
Llegaron al edificio de la policía.
-Llegamos- dijo el detective.
La bajaron y la llevaron a la sala de interrogatorios.
-Ya decía que era muy extraño que gente como ustedes estuviera ahí- dijo.
-Sí, bueno, ¿conoces a estos hombres?- William le mostró las fotografías.
Ella sonrió.
-Esos vejestorios, esperando a que una mujer como yo se fijara en ellos, pobres- rio.
-¿Qué pasó?- preguntó el detective.
-Nada, bueno, uno de ellos no se quedó dormido y tuve que cumplirle, dios que asco- rio.
-¿Dormidos?- preguntó el detective.
-Sí, ya me atraparon así que tendré que decir la verdad- sonrió- espero que podamos vernos mientras estoy en prisión.
-Seguro, ahora dinos, ¿qué pasó?- insistió el detective.
-Los invite al hotel, les di una copa con veneno y listo, excepto uno, ese no se quedó dormido hasta unos minutos después, se murieron- soltó una carcajada- se lo merecían.
-No, ninguno lo merecía- dijo el detective.
William y el detective se levantaron y dieron la orden de que la procesaran.
Regresaron al hospital, ya eran cerca de las 12, Alice estaba dormida; el detective se recostó junto a ella y William se sentó junto a mí.
-Listo, tenías razón, estaban con una mujer- dijo.
-Era obvio- dije.
-Todo se acabó, ahora los hombres podrán beber a gusto en el bar- rio.
-Me alegro- sonreí.
William me miró fijamente a los ojos y volteó a ver al detective y a Alice.
-Mira, realmente hacen una bonita pareja- dijo.
-Sí- suspiré.
-¿Crees que nosotros hagamos una bonita pareja?- preguntó, temeroso.
Voltee a verlo, acaricie su mejilla y le sonreí.
-Yo creo que somos la pareja perfecta- dije.
William sonrió.


miércoles, 17 de abril de 2013

Un caso de amor.


Capítulo 28- Un secreto.
Estaba en la morgue haciendo algunos análisis, Alice me ayudaba, cuando en ese momento el detective Cassells entró al laboratorio.
-Doctora Lyla, ¿terminó los análisis?- preguntó.
-Aún no- respondí.
El detective volteó a verme pero su mirada se fijó en Alice, Alice lo volteó a ver y ambos se sonrieron.
-En cuanto los termine Alice se los llevará- dije.
-Muy bien- sonrió.
El detective se fue y Alice lo siguió con la mirada, yo voltee a verla y la miré fijamente.
-¿Qué pasa, Alice?- le pregunté.
-Nada, nada- volteó rápidamente.
Terminamos los estudios y se los di a Alice para que se los llevara al detective Cassells.
Alice fue a la oficina del detective. Entró y se acercó a su escritorio, el detective estaba hablando por teléfono.
-Aquí están los análisis- dijo Alice.
El detective volteó.
-Gracias- dijo.
Alice se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta, en ese momento el detective colgó el teléfono y volteó a ver a Alice.
-Espera, ven- dijo.
Alice se detuvo, se dio la vuelta y regresó al escritorio del detective.
-¿Qué pasa?- preguntó.
El detective se levantó de su silla y caminó hacia Alice.
-¿Cómo estás?- le preguntó.
-Bien, gracias- respondió Alice- ¿y usted?
-Bien- la miró dulcemente- ¿qué tal la carrera?
-Bien, muy bien- respondió Alice- tengo que regresar a la morgue.
-No, no te vayas, hace mucho tiempo que no platicamos- dijo el detective.
-No es mi culpa- dijo Alice.
El detective se acercó más a Alice.
-Lo sé, por eso quiero disculparme- pasó su mano derecha por su mejilla.
-Y ¿cómo lo harás?- preguntó Alice.
-Te invitaré a cenar- respondió el detective.
Salí del laboratorio y no vi a Alice, así que fui hacia la oficina del detective. Cuando llegué los vi tan juntos como si se fueran a dar un beso; al sentir mi presencia Alice se volteó rápidamente.
-Doctora Grey, lo siento, ya iba para allá- dijo, alterada.
-No te preocupes, ya estoy aquí- lo miré a ambos- ¿qué ocurre aquí?
-Nada, nada- respondió Alice, nerviosa.
El detective volteó a verme con una sonrisa.
-Conozco a la señorita Gallagher desde la secundaria, pero, nos dejamos de ver desde que entramos a la universidad- dijo.
Los miré confundida.
-Somos amigos- dijo Alice.
-Ah- dije- que bien- sonreí.
Los dos se separaron.
-Gracias Alice, espero tu respuesta- dijo el detective.
-Acepto- dijo Alice.
El detective la vio asombrado y sonrió.
-Excelente, ¿Cuándo sería?
-Le avisaré-dijo Alice.
Alice caminó hacia la puerta y nos fuimos.
Después de algunas horas William llegó a la morgue con un cuerpo.
-Lyla, te traigo un regalo de los que te gustan- dijo.
-¿Qué hay?- pregunté.
-Un hombre, lo encontraron en una calle, era un pandillero- respondió.
-Lo revisaré.
Mientras analizaba el cuerpo William platicaba conmigo, entonces decidí contarle del secreto de Alice y el detective.
-¿Sabías que Alice y el detective Cassells son amigos?- le pregunté.
-¿Qué? ¿Amigos? ¿Cómo puede ser verdad?
-Lo es, ellos mismos me lo dijeron.
-Alice es muy agradable y el jefe no, ¿cómo podrían ser amigos?
Ambos nos reímos.
Terminé de examinar el cuerpo.
-Listo, parece que a nuestro amigo se le paso la dosis- dije.
-¿No fue asesinado?- preguntó William.
-No, no presenta golpes, ni heridas, el solo tomó las drogas y eso lo mató- respondí.
-Bueno, al menos no hay un asesino de pandilleros suelto por ahí.
Alice entró al laboratorio.
-Alice, que bueno que te veo- dijo William- ¿es cierto que el detective Cassells y tú son amigos?
Alice se rio.
-Sí, es cierto, ¿por qué?
-Una amistad muy rara- dijo William.
Alice sonrió.
Mientras Alice y William platicaban yo revisé de que clase eran las drogas que estaban dentro del cuerpo; al terminar me llevé una gran sorpresa.
-William-dije.
-¿Qué paso?- preguntó.
-Al parecer si asesinaron al pandillero- respondí.
-¿Qué? ¿Cómo?- se acercó.
-Las drogas que tomó son muy difíciles de conseguir además de que son muy caras, un pandillero no podría comprarlas- dije.
-Entonces vamos a investigar- dijo William.
Salimos de la morgue y fuimos al callejón donde habían encontrado el cuerpo, ahí habían varios pandilleros de todas las edades haciendo cosas distintas, nos acercamos a ellos.
-Hola, soy William, hace un rato recogimos un cuerpo- dijo William.
Uno de los pandilleros volteó a vernos.
-Ah sí, los que se llevaron el cadáver de Daniel, ¿qué ocurre?- preguntó.
-Resulta que a tu amigo lo mataron- respondió William.
-No puede ser- dijo- pero ese es el riesgo que corremos todos.
-¿Por qué?- preguntó William.
-Bueno, todos corremos muchos riesgos, pero los pandilleros que son como Daniel corren aún más, él era comerciante, vendía la droga- respondió.
-A tu amigo lo mataron 3 distintas drogas- dije- pero no son drogas comunes, son drogas de otros países y muy caras.
-Daniel tenía mucho dinero, aunque vivía en la calle, pero el solo tenía tratos con los que vendían aquí, nunca trató con extranjeros- dijo el joven.
-¿A qué tipo de gente le vendía Daniel?- preguntó William.
-A todo tipo: universitarios, prostitutas, adinerados- William lo interrumpió.
-¿Adinerados?- preguntó- ¿qué tipo de adinerados?
-Niños, de 14 o 15 años, van a la secundaria, a la que está aquí a la vuelta- respondió- pero siempre tenía un cliente al que siempre le vendía.
-¿Quién?- preguntó William.
-No sé su nombre, pero también va a la secundaria, nunca quiso comprar con otros solo con Daniel- respondió.
-Bueno, muchas gracias- sonrió William.
Caminamos hacia el auto.
-¿Y ahora qué?- pregunté.
-Esperaremos- miró el reloj- ya casi salen los chicos de la secundaria, veamos si vienen a comprar algo- respondió.
Nos metimos al auto y esperamos, mientras William comenzó a platicar.
-Es increíble que Alice y el nuevo jefe sean amigos- dijo- lo creería si el nuevo jefe fuera tu amigo- rio.
Voltee a verlo seria.
-¿A qué te refieres con eso? ¿Soy como él?
-Igual de cruel y antisocial- volteó a verme- pero tú eres más- fijo sus ojos en los míos y sonrió.
Dos niños se acercaban al callejón, eran de la secundaria.
-William, dos niños van hacia el callejón- dije.
William volteó rápido.
-Cierto- sonrió.
Nos bajamos del auto y caminamos hacia ellos.
-Hola- dijo William.
Los niños voltearon y al vernos se asustaron.
-Nosotros no hicimos nada malo- dijo uno.
-Solo la compramos, no tenemos nada que ver- dijo el otro.
-Tranquilos, no estamos aquí por eso- dijo William- venimos solo a hablar con ustedes.
-¿De qué?- preguntó uno.
-De él- William sacó una fotografía y se las mostró- ¿lo conocen?
-Solo de vista, no comprábamos con él- respondió el otro.
-¿Conocen a alguien que comprara con él?- preguntó William.
-Son muchos- dijeron.
-¿Alguno que siempre comprara con él?- insistió William.
Los dos se quedaron callados.
-¿Qué pasa? Díganos- dijo William.
Uno de ellos volteó a ver al otro y después nos volteó a ver.
-Conozco a alguien- dijo.
El otro volteó a verlo.
-¿Quién? ¿Cómo se llama?- le preguntó William.
-Christian- respondió.
-¿Dónde podemos encontrarlo?- preguntó William.
-No hable con él o sabrá que le dije- dijo.
-Solo hablaremos tranquilamente, es necesario- dijo William- este pandillero está muerto.
Los dos se asombraron y se pusieron pálidos.
-Es el hijo del embajador de Colombia- dijo al fin el otro.
William volteó a verme.
-¿Del embajador de Colombia? Bueno, muchas gracias chicos.
Fuimos hacia el auto y nos subimos.
-¿Hacia la embajada de Colombia?- pregunté.
-Así es.
Fuimos directo a la embajada.
-Es fácil que adquiriera esas drogas- dijo William- los colombianos tienen esa fama y más si su padre es el embajador.
-No tengo duda de eso, pero, ¿por qué lo haría?- dije.
-Algún berrinche, así son los niños ricos- sonrió William.
-Vaya, por fin me entiendes- le sonreí.
Llegamos a la embajada, pasamos a la recepción a registrarnos.
-Hola, soy el detective William Nicholls y ella es la doctora Lyla Grey mi compañera- dijo William.
-¿A qué asunto vienen?- preguntó la recepcionista.
-Queremos hablar con el embajador, si no es mucha molestia- respondió William.
-Necesita una cita para hablar con él.
-Bueno, soy un oficial de la policía de Londres y estoy investigando un caso, realmente es urgente hablar con él- William volteó a ver a la mujer- oh, que hermoso collar, de seguro su novio se lo regaló.
-Gracias- sonrió- y sí, él me lo regalo, pero nos separamos.
-Estoy seguro que él la extraña, ¿quién no extrañaría a una mujer como usted?- sonrió.
La mujer miró a William con una sonrisa dibujada en el rostro.
-Muchas gracias- tomó dos pases- los dejaré pasar, para cooperar con la justicia.
-Muchas gracias señorita, espero volver a verla- dijo William.
Caminamos hacia el elevador y subimos al piso donde encontraríamos al embajador.
-¿Qué fue eso?- le pregunté.
-Oh, ¿celosa?- sonrió.
-No, solo que, ¿siempre utilizas ese tipo de situaciones para sacarles provecho?
-Casi, cuando ya no me queda de otra- sonrió.
Fuimos hacia la oficina del embajador, su secretaria nos pidió los pases y entró a la oficina, después de unos segundos salió.
-Pasen- dijo.
Entramos a la oficina.
-Buenas tardes, siéntense- dijo el embajador.
-Buenas tardes, soy el detective William Nicholls del departamento de policía de Londres y ella es la doctora- interrumpió a William.
-Lyla Grey, médico forense del departamento de policía de Londres, usted es famosa- volteó a verme.
-Así es- dijo William- bueno, estamos aquí porque queremos hablar de su hijo.
El embajador de inmediato volteó a ver a William.
-¿Le pasó algo? ¿Está bien?- preguntó angustiado.
-Sí- respondió William- queremos hablar de su comportamiento.
-¿Qué tiene?
-¿Usted sabía que él compra drogas?
El embajador se sorprendió.
-No lo sabía- dijo.
-Bueno, hay un callejón de pandilleros cerca de su escuela, ahí la compra- dijo William.
-No puede ser, ¿cómo es posible?- golpeó la mesa- mi propio hijo.
-El caso es que hoy encontraron un cadáver en ese callejón, era de un pandillero, el que le vendía la droga a su hijo, lo asesinaron- dijo William.
-¿Y cómo? ¿Cómo están seguros?
-Le suministraron 3 tipos de droga, las 3 son muy caras y no se consiguen aquí, deben de pedirlas a otros países- respondí- el pandillero no tenía tratos con extranjeros, nos consta.
-¿Y qué quieren entonces? ¿Culpan a mi hijo?
-Bueno, ahorita es el único sospechoso, nos gustaría hablar con él- dijo William.
-Bien, lo mandaré llamar- dijo el embajador.
Pasó un rato y Christian llegó a la oficina de su padre.
-Hijo, ellos son el detective William Nicholls y la doctora Lyla Grey, quieren hacerte unas preguntas- dijo el embajador.
-¿Qué tipo de preguntas?- preguntó Christian.
-Mataron a un pandillero y quieren preguntarte si sabes algo.
Christian se puso nervioso.
-Está bien- dijo.
Nos fuimos al edificio de la policía, ahí William interrogó a Christian, el embajador se quedó viendo por el vidrio junto conmigo.
-Muy bien, Christian, ¿comprabas drogas en el callejón de los pandilleros que está cerca de tu escuela?- le preguntó.
-Sí- respondió.
-Bien, ¿qué tipo de drogas comprabas?
-Marihuana- respondió.
-¿Solo marihuana?
-Sí.
-Bien, ¿conoces a este joven?- le mostró la fotografía de Daniel.
La observó y el rostro se le puso pálido.
-Sí, se llama Daniel- respondió.
-¿Sabías que está muerto?
-No.
-Bueno, ahora lo sabes, ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
-Ayer.
-¿Ayer? ¿Le compraste?
-No, digo, sí.
-¿No o sí? Responde con la verdad.
Christian se quedó en silencio por unos minutos.
-¿Creen que yo lo maté?- preguntó.
-No sabemos, tú dinos- respondió William.
-Ayer fui a verlo, me dio la marihuana pero aparte le había pedido otra cosa que no me llevó, dijo que no lo encontró y que se tardaría en conseguirlo- dijo Christian.
-¿Qué cosa?
-No importa, estábamos solos, me enojé tanto; después le pregunté que qué tan buena era la droga que había traído de Colombia, me dijo que era mortal, que esa no era para consumir, sino para matar, estaba tan enojado por su falla que la saqué y se la di y se quedó ahí tirado, me fui corriendo y no supe más.
William lo miró fijamente, su padre estaba confundido; William salió de la sala.
-Lo siento señor pero tendremos que encarcelar a su hijo- dijo.
-Está bien, para mi él está muerto- se fue.
Llegó la noche después de un día de trabajo, Alice seguía en el laboratorio, yo estaba en el otro laboratorio y vi por una ventana que el detective Cassells entró a hablar con ella.
-¿Ya tienes la respuesta?- le preguntó.
-¿Es tan urgente querer saberla?- preguntó Alice.
El detective sonrió.
-Para mí sí, muy urgente- se acercó a ella.
William entró a mi laboratorio y se paró junto a mí a observarlos.
-¿El viernes?- preguntó Alice.
-Me parece perfecto- sonrió- nos vemos mañana- se fue.
Cuando el detective se había ido Alice dio un brinco, después volteo hacia la ventana donde estábamos William y yo y nos vio apenada.
-Doctora, detective, no pensé que siguieran aquí- dijo.
-Felicidades, tienes una cita el viernes con don extraño- dijo William.
Alice sonrió.
-La primer pareja feliz de por aquí- dije en voz baja- y la única.
William volteó a verme.
-Yo creo que es la segunda- sonrió.




Un caso de amor.


Capítulo 27- La mujer de rojo.
Una joven llegó al edificio de la policía, quería poner una demanda; la pasaron con el detective Cassells que la interrogó.
-¿Qué sucedió?- preguntó el detective.
-Mis padres se preparaban para salir, saldrían con una vecina a un bar, entonces tocaron la puerta, yo fui a abrir pensando que sería nuestra vecina pero no; eran 4 hombres, uno de ellos me tomó del cuello y los otros subieron por las escaleras; cuando nosotros subimos terminaba de atar a mi madre, estaban tirados en el piso y con las bocas tapadas; dos de ellos buscaban algo por toda la casa y mientras uno violó a mi mamá. El que me sostenía del cuello me tiró al piso y- se detuvo, unas lágrimas salieron de sus ojos y bajó la cabeza.
-¿Te tiró al piso y luego qué hizo?- preguntó el detective.
La joven se quedó callada por varios minutos hasta que volvió a hablar.
-Mataron a mis padres, se llevaron algo pero no pude ver qué era, solo era una cosa- dijo.
El detective la miró, la joven continuaba con la cabeza agachada y su cuerpo estaba temblando; tenía puesta una falda por debajo de la rodilla estampada con flores rosas y un fondo blanco y una sudadera roja; la falda estaba manchada de sangre. El detective la miró de pies a cabeza, se levantó de su silla y se acercó a la joven, entonces ella se estremeció y antes de que el detective llegara a ella se levantó de un salto y se alejó y comenzó a gritar.
Oí los gritos, iba hacia la oficina de William pero al oír eso fui rápidamente a la oficina del jefe y vi a la joven recargada en la pared llorando.
-¿Qué pasa?- pregunté.
El detective se acercó a mí.
-Vino a poner una denuncia, mataron a sus padres y le hicieron algo a ella que no quiere decir- dijo.
La miré y camine hacia ella despacio, cuando estaba junto a ella le toque el hombro, rápidamente volteó y al verme se tranquilizó y me abrazó, yo también lo hice.
Había logrado que se tranquilizara, William llegó con unos papeles y se los dio al jefe, después volteo hacia la pequeña sala que tenía el jefe en su oficina y me vio ahí sentada junto a la joven.
-¿Qué pasa?- preguntó William.
-Justamente lo iba a llamar, esa joven dice que mataron a sus padres, hizo una declaración- le dio una hoja a William- ahí está la dirección de su casa, ve, a ver que encuentras.
-Sí jefe- dijo William y se fue.
Pasó un largo rato y la joven comenzó a hablarme.
-Esta falda me gusta mucho y ahora tendré que tirarla- dijo mientras veía su falda.
-¿Y por qué la vas a tirar?- pregunté.
-Porque está sucia, muy sucia- su rostro mostró nostalgia.
Pasaron algunas horas, la joven se había quedado dormida, ya era de noche y William había llegado.
-Fue difícil llegar- dijo.
-¿Qué encontraste?- preguntó el detective.
-Una carnicería, toda la parte de arriba está llena de sangre, la puerta de la entrada estaba cerrada pero sin seguro, por eso pude abrir- respondió William.
Me levanté y fui hacia ellos.
-Dos cuerpos- sacó las fotos- apuñalados, cortados, descuartizados; quien lo hizo realmente odiaba a esas personas.
Miré las fotografías, era exactamente como lo había descrito William, una carnicería.
-¿Trajeron los restos?- pregunté.
-Sí, llegamos antes de que Alice se fuera, los guardó y se fue- respondió William.
-Bueno, ahora sabemos que lo que dijo la chica es verdad, ¿qué averiguó doctora?- preguntó el detective.
-No mucho, casi nada, pero es mejor que descanse, ha sido un día difícil para ella- respondí.
William y el detective voltearon a verla.
-¿Qué le habrán hecho para que este así?- pregunté.
-No lo sabemos pero esa chica debe irse a la casa de alguno de nosotros, no podemos llevarla a su casa, podrían regresar- dijo el detective.
-Bien, la llevaremos a mi casa- dije.
-Pero no vamos a caber- dijo William.
-Se quedará en mi cuarto y yo en la sala, además solo me acepta a mí- dije.
-Tiene razón la doctora, llévensela y mañana tráiganla- dijo el detective.
Desperté a la joven, le dije que iríamos a mi casa, se levantó y caminó junto a nosotros hacia el auto.
Llegamos a la casa y entramos, la joven se quedó parada junto al sillón.
-Por cierto, ¿cómo te llamas?- le preguntó William.
-Aida- respondió.
Caminé hacia ella.
-Aida, ven, te quedarás en mi cuarto y yo en la sala- le dije.
-No, quédate conmigo en tu cuarto, no importa si duermo en el piso- dijo.
La miré.
-Bueno, pero yo me quedaré en el piso entonces.
-Sí- sonrió.
Amaneció, al despertarme voltee hacia la cama y no vi a Aida, entonces me levanté y salí de mi habitación; la encontré en la sala sentada en un sillón con la misma ropa sucia.
-Aida, ponte la ropa que te di- dije.
Aida me vio con una mirada temerosa.
-Por favor- dije.
Aida se levantó y fue hacia mi habitación a cambiarse, William salió de la suya aún en pijama.
-Buenos días- dijo- ¿dónde está Aida?
-Fue a cambiarse- respondí.
William fue hacia el refrigerador, en ese momento Aida salió de la habitación y camino hacia mí, se detuvo junto a mí.
-Muy bien- dije.
William volteó, Aida al verlo en pijama se volteó.
-Buenos días Aida, ¿qué tal dormiste?- preguntó William.
-B-bien- respondió temerosa.
William notó que se sentía incómoda así que fue a bañarse y arreglarse; Aida fue hacia la sala y se volvió a sentar, yo la seguí.
-¿Cómo te sientes?- le pregunté.
-Bien, muchas gracias- respondió.
-Bueno, me iré a bañar y a arreglarme para irnos- dije.
-Iré con usted, ¿puedo?
La miré y le sonreí.
-Claro.
Me metí a bañar y Aida se quedó sentada en la cama, después de unos minutos salí, ya estaba vestida, solo tomé mis cosas y ambas salimos. William estaba en la sala acomodándose la corbata, cuando terminó se puso el saco.
-¿Listas? Vámonos- dijo.
Salimos de la casa y fuimos hacia el auto, William me contaba de su inconformidad con el nuevo jefe, yo solo lo oía y veía por el espejo a Aida.
Llegamos al trabajo, fuimos directamente a la oficina del detective.
-Buenos días jefe- dijo William.
-Doctora Lyla, ¿podría dejarnos a solas al detective y a mí?- dijo.
-Claro- respondí.
Aida y yo salimos de la oficina y la secretaria del detective nos ofreció que nos sentáramos en una banca.
-Entonces Aida, ¿quieres hablar de lo que pasó ayer?- le pregunté.
Aida me miró, su mirada era miedosa y su semblante triste.
-Él me dijo que si hablaba me mataría- se detuvo- me dejó viva porque dijo que me quería demasiado.
-Él no te hará daño, ahora estas con nosotros y no lo permitiremos, dime ¿qué fue lo que pasó?
Aida se quedó pensando, sus pensamientos eran profundos y dudaba, al fin comenzó a hablar.
-Cuando comenzaron a violar a mi mamá el que me sostenía- su voz bajo de volumen y sus ojos se llenaron de lágrimas- él- comenzó a respirar agitadamente.
-Tranquila, lo que haya pasado lo arreglaremos, te lo juro- dije.
-No pueden, eso no se puede arreglar- dijo- él tomó una parte de mí- comenzó a llorar y se acercó más a mí- él me violó.
La miré sorprendida, Aida lloraba y volteó hacia mí.
-No se lo diga a nadie, por favor- dijo.
-Tengo que decirlo, te tienen que hacer unos estudios y- me interrumpió.
-Por favor, no lo hagas, él me matará.
-No lo hará, nosotros te protegeremos, te doy mi palabra.
Aida me miró a los ojos y se tranquilizó poco a poco, en ese momento William y el detective salieron de la oficina y fueron hacia nosotros.
-Comenzaremos con la investigación de tu caso- dijo el detective- pero necesitamos que nos digas todo lo que sepas y que hables con la verdad.
Aida lo volteó a ver.
-Sí, lo haré- dijo.
Pasamos a la oficina, Aida no quería que me alejara de ella.
-Aida, ¿tus papás cómo vivían?- le preguntó el detective.
-Mi papá era ingeniero nuclear y mi mamá era diseñadora de modas, ambos trabajaban, tenían amigos en la colonia, eran muy sociables- respondió.
-Bien, según lo que tenemos tu papá trabajaba para el gobierno, era el encargado de la creación de armas y máquinas para los soldados- dijo el detective- ¿lo sabías?
-No, nunca me lo dijo.
El detective revisó los papeles y hubo un silencio por un largo tiempo, hasta que por fin el detective volvió a hablar.
-Ahora sabemos por qué mataron a tus padres- sonrió- pero necesitamos que recuerdes, ¿pudiste verle la cara a alguno de ellos?
-No, la llevaban cubierta, solo vi los ojos de los dos que- se detuvo- solo vi sus ojos.
El detective la miró fijamente.
-Aida dijimos que nos dirías todo y que nada sería mentira así que por favor dime, ¿qué hicieron?
Aida bajo la cabeza y habló con una voz delgada y muy queda.
-Dos de ellos me violaron y me dijeron que me matarían si lo decía.
El detective y William se quedaron viéndola por unos minutos.
-Es todo- dijo el detective.
Aida y yo salimos de la oficina y William iba detrás de nosotros.
-¿Y ahora qué?- preguntó William.
Me quedé pensando y hablé.
-La ropa, Aida ¿dónde la dejaste?- le pregunté.
-En tu habitación, se me olvido sacarlo, perdón.
-No te preocupes- voltee a ver a William- ahí debe de haber rastro de la violación y quizá podamos obtener el ADN de los sujetos- le dije.
-Excelente Lyla, por eso te amo- sonrió William.
Fuimos rápido a la casa por la ropa y cuando la tuvimos se la lleve a Alice para que la analizáramos juntas. Después de un par de horas obtuvimos los resultados.
-Aquí están- dije- ambos están en la base de datos, Frederic Jol y Thomas Brooke, ambos estuvieron en prisión por robo, asaltos- William me interrumpió.
-Gracias, iré a buscarlos- dijo.
Pasó un largo rato, William logró atrapar a los asaltantes de la casa de Aida y los arrestaron. Cuando los llevaron al edificio de la policía para interrogarlos dos de ellos vieron a Aida y sonrieron de una manera lujuriosa, Aida se asustó y me abrazó.
-Déjenlas de ver- dijo William- o hago que les den más años en prisión.
Al fin todo termino, Aida regresó a su casa donde unos familiares la esperaban. 

Un caso de amor.


Capítulo 26- El nuevo equipo.
2 de enero.
-Me alegro mucho verte, Lyla, espero que reconsideres la opción de irte con nosotros- dijo Nicole.
-Lo pensaré- dije.
-Sí tía, ven a vivir con nosotros, y que Will venga también- dijo Ryan.
-Claro que iré, Lyla y yo no nos separaremos nunca más- sonrió William.
Anunciaron la salida del vuelo a España.
-Ya tenemos que irnos- dijo David- mucho gusto señor Nicholls.
-El gusto fue mío- dijo William con una sonrisa fingida.
-Adiós Lyla- dijo David y luego comenzó a caminar.
Nicole y Ryan se despidieron de mejor manera.
-Te voy a extrañar tía- dijo Ryan al darme un abrazo- te prometo llamarte y contarte todo lo que pase en la escuela.
-Me parece bien- sonreí.
Ryan se fue a despedir de William, Nicole se acercó a mí y me dio un abrazo.
-Lyla, te voy a extrañar- dijo con voz débil- eres mi hermana y te quiero mucho- me dio un beso en la mejilla- cuídate, no creas que no me entere de lo que pasaste.
-Está bien, cuídate tú también, y cuida a Ryan, es un niño maravilloso- dije.
Nicole sonrió, unas lágrimas salieron de sus ojos; Ryan fue con ella y la tomó de la mano.
-¡Adiós!- dijeron ambos.
Así se fueron, me quedé viéndolos como se alejaban; William se acercó a mí y puso su cabeza junto a la mía.
-Qué bueno que tu hermana vino unos días, te veo un poco más alegre- susurró a mi oído.
Voltee a verlo y sonreí.
Después de dejarlos en el aeropuerto fuimos al trabajo; al llegar notamos que el auto de él jefe no estaba sino que en su lugar había otro auto, pensamos que se lo habían dado y acordamos ir a su oficina.
Entramos al edificio y William saludó a algunos policías, de repente se encontró con la secretaria del jefe.
-Hola, feliz año- dijo William.
-Gracias Will, justamente iba por ustedes, son los únicos que faltan de saber la nueva noticia- dijo.
-¿Qué noticia?- preguntó William.
-El detective Samuels fue a Italia, el servicio secreto se lo pidió.
-¿Y entonces? ¿Quién es el nuevo jefe?
En ese momento de la oficina del jefe salió un hombre; joven, delgado, muy alto; vestía un pantalón negro entubado, una camisa blanca y unos zapatos de vestir; su cabello era corto y castaño. Al salir volteó a vernos, tenía las manos dentro del pantalón y las mangas de la camisa estaban arremangadas, no llevaba corbata y la camisa estaba abierta de arriba, se acercó a nosotros.
-Yo, detective Nicholls- dijo con voz profunda y seria.
William lo vio de arriba hacia abajo.
-Ah- sonrió- mucho gusto- estiro la mano.
El hombre se quedó inmóvil y solo vio la mano de William.
-Soy el detective Greg Cassells- dijo.
William bajó la mano y agachó la cabeza.
-Vengan a mi oficina- dijo.
El detective Cassells caminó hacia la oficina y nosotros lo seguimos sin decir nada. Al entrar estaba recargado en el escritorio con los brazos cruzados.
-El detective Samuels fue enviado a Italia por el servicio secreto- dijo- fue a capturar a los mafiosos que mataron a los funcionarios y al hijo del primer ministro.
-Lo sabemos- el detective interrumpió a William.
-Fue a limpiar lo que usted detective Nicholls no pudo- miró a William con una mirada penetrante.
William se quedó inmóvil, bajó la cabeza y su respiración se agitó.
-Entonces habrá unos cambios- lo interrumpí.
-La reina de la rosa secuestró al detective Nicholls, mató al detective Croft y- ahora él me interrumpió.
-No nos importa la reina de la rosa, queremos a los asesinos- dijo.
Lo miré fijamente, él hizo lo mismo y se creó una tensión entre los dos.
-Entonces, como les decía, habrá unos cambios; en primera la doctora tendrá una nueva ayudante- dijo.
-Me niego a eso, Stephanie trabaja excelente, solo aceptaría si fuera Matt- dije.
-Bueno el joven Matt ya se tituló entonces no podría, a menos que claro, usted se fuera- me miró con soberbia- y la señorita Stephanie también se tituló ya y se fue a Hong Kong, le ofrecieron un excelente trabajo.
-Entonces yo escogeré a mi ayudante- dije.
-No puede hacer eso, ya tenemos a la señorita que le ayudará.
Entonces entró por la puerta una mujer, joven también, era muy alta, delgada, de piel bronceada y cabello negro; vestía una falda a la rodilla de color negro, una camisa blanca y un saco negro.
-Ah, Alice, llegaste en el momento justo- dijo el detective.
La mujer caminó hacia el detective y se paró junto a él.
-Ella es Alice Gallagher, la nueva ayudante de la doctora Grey- sonrió.
-Mucho gusto- dijo la mujer con una sonrisa dibujada en el rostro.
William le sonrió y yo solo la vi.
-Gracias Alice, puedes irte- dijo el detective.
Alice salió de la oficina y el detective la acompañó y cerró la puerta.
-Hablaré de algo que no quiero que se lo digan a nadie- dijo- el primer ministro pidió que hubieran dos detectives al cuidado de la doctora Grey, uno será usted detective Nicholls y el otro seré yo; con lo sucedido en Venecia no queremos arriesgarnos a que le pase algo, doctora.
-Pensé que no le importaba la reina de la rosa- dije.
-Es un tema delicado, hay gente en la policía que esta aliada a ellos, por eso no quise decirlo sino hasta que nadie pudiera oírnos- dijo.
-¿Y por qué quieren protegerme?- pregunté.
-Usted es una científica muy respetable, el país necesita gente como usted- respondió con una sonrisa.
-¿Por qué dice que hay gente en la policía que está con ellos?- preguntó William.
-Cuando el detective Samuels, el detective Croft y la doctora Grey fueron a Venecia salió un fax enviado desde aquí, de este edificio, y fue enviado a Italia- respondió.
William se sorprendió y yo me quede sin palabras.
-Entonces, cada vez que la doctora salga iré yo también con ella- continuó el detective.
-Pero, ella y yo siempre vamos juntos a interrogar a las personas, a la escena del crimen- el detective interrumpió a William.
-Ahora iremos los 3- miró a William- eso es todo, pueden retirarse.
William se quedó parado viéndolo fijamente, yo voltee a verlo y después al detective, que ya se había sentado en su silla de escritorio. Nos dimos la vuelta y caminamos hacia la puerta.
-Ah, doctora Grey, llegó un cuerpo, ¿podría realizarle la autopsia?- dijo el detective antes de que saliéramos.
Me detuve y voltee a verlo.
-¿Un asesinato?- pregunté.
-No, nada de eso, un adicto- sonrió.
Lo miré fijamente, él continuaba sonriendo.
-Bien- me di la vuelta y seguí caminando.
Fuimos hacia la salida para ir a la morgue; la secretaria del nuevo jefe esperaba afuera junto a la puerta, cuando William y yo la vimos se puso nerviosa.
-Lo siento, es que tengo que darle este documento al detective y- respiró apresurado- no quería interrumpir.
-Está bien, pero ¿qué te pasa? ¿Todo bien?- preguntó William mirándola de una manera extraña.
-Sí, estoy bien, solo que- suspiró- las policías mujeres dicen que el detective es muy atractivo y quieren que les ayude a tener una cita con él- se sonrojo.
William soltó una carcajada.
-No creo que solo las policías, por su nerviosismo veo que a usted también- sonrió.
La secretaria bajo la cabeza.
-Con permiso, detective- volteó a verme- con permiso doctora.
Seguimos caminando, William se reía.
-¿Atractivo? ¿Tú lo crees, Lyla?- preguntó entre risas.
-No lo sé- respondí.
Llegamos a la morgue y Alice, la nueva ayudante se acercó rápidamente.
-Doctora Grey, el cuerpo está listo para la autopsia- dijo.
-Alice, ¿tú crees que el detective Cassells sea atractivo?- preguntó William antes de soltar de nuevo una carcajada.
Alice volteó despacio a ver a William, sus mejillas se ruborizaron y sonrió.
-No lo creo- respondió.
Observé a los dos que ahora se estaban riendo, me quedé viéndolos por unos minutos. Presentí que este año que empezaba sería más divertido.

lunes, 15 de abril de 2013

Un caso de amor.


TERCERA TEMPORADA.
Capítulo 25- Una visita inesperada.
Había pasado ya un mes de la muerte de Charles, las vacaciones de navidad y año nuevo habían llegado. William no fue esta vez a Mánchester con su familia, ahora decidió quedarse conmigo aunque solo fuéramos él y yo.
Durante ese mes nadie había logrado conversar conmigo, William lo intentaba todos los días pero simplemente yo me volteaba hacia otro lado, Stephanie varias veces me recordaba que estaba por terminar la tesis, no le prestaba atención. Christine se había ido a Francia después de su luna de miel; me mandó un mensaje que decía que volvería en enero, pero no le contesté. Mi corazón estaba hecho pedazos, mi alma era fría y mi silencio prolongado.
24 de diciembre.
William preparó la cena; había cocinado lomo en una salsa de nuez, ravioles rellenos de carne molida y ensalada de frutos secos con manzana, toda una delicia.
-Lyla, llegó la hora de cenar- dijo William.
Estaba sentada sobre mi cama que estaba junto a la ventana. Observaba la noche, la poca gente que caminaba en la calle llevando bolsas con refrescos o vino o alguna botana, veía como todos sonreían y se apresuraban para cenar. Vi una pareja de ancianos, ambos iban tomados de la mano y cada vez que se miraban se reflejaba el amor que se tenían el uno al otro; entonces comprendí que había perdido la oportunidad de amar, que la tuve pero la desaproveché y cuando la quise aprovechar fue demasiado tarde.
-Lyla se está enfriando la comida, ven- insistió William.
Me levanté de la cama y caminé descalza hasta el comedor, la mesa tenía puesto un bonito mantel navideño, adornado con árboles que tenían esferas que brillaban cuando la luz las tocaba. Al centro de la mesa estaba el lomo con la salsa de nuez, a su lado izquierdo estaba la ensalada y al derecho los ravioles; también había una botella de vino que William tenía en sus manos.
-Vienes bastante cómoda- rio entre dientes.
William tomó una copa y sirvió el vino, me lo acercó y lo tomé, tomó la otra copa y la sirvió.
-Brindemos por nuestras vacaciones, que al fin llegaron- sonrió.
Levanto la copa y espero a que yo hiciera lo mismo, pero tenía mis ojos clavados en el piso y no lo veía, entonces se acercó rodeando mis hombros con sus brazos y me abrazó tiernamente.
-¿Qué pasa mi Lyla?- preguntó.
No me moví.
-Disfruta la noche- dijo.
Me dio un beso en la cabeza y se alejó, voltee la cabeza y caminé hacia la mesa y me senté, William también se sentó.
-Salud- levanto la copa.
-Salud- levanté levemente la copa.
William bebió un poco, yo sostuve la copa enfrente de mi boca y bebí un pequeño trago.
Paso el tiempo, la charola con el lomo tenía la mitad de cuando habíamos empezado a cenar, el plato de los ravioles tenía también la mitad y la ensalada se había terminado. La primera botella de vino estaba detrás de la charola del lomo, pues ya no tenía nada, había una segunda botella de vino que estaba a la mitad y estaba al lado de William. William contaba anécdotas de sus viajes, a veces se reía y otras veces se ponía muy serio, era evidente que el efecto del alcohol se le estaba subiendo y yo, al menos, hablaba un poco más.
Sonaba el estéreo que había traído William, terminaba un canción y después sonó otra que a William le encantaba, entonces se levantó y me tomó de la mano.
-Doctora Grey- dijo mientras trataba de mantener el equilibrio- ¿me concede esta pieza?
Lo miré con asombro.
-No sé bailar- respondí.
-Eso no es problema.
Me jalo de la mano y me levantó de la silla, me llevo al lado de la mesa y puso su mano derecha sobre mi cintura, la izquierda tomó mi mano derecha y las juntó y comenzó a moverse.
-Esa canción me encanta- dijo.
-Se nota- dije.
Me miró a los ojos y mantuvo firme la mirada, se acercó un poco más a mí.
-Estamos muy separados- me tomó por la cintura y me acercó a él.
Baje la cabeza y me di cuenta que nuestros cuerpos estaban completamente juntos, alcé la cabeza y lo mire a los ojos; tenía una mirada suave y una sonrisa dibujaba en su rostro.
Quiso dar una vuelta y resbalaron sus pies haciendo que él cayera y me jalara hacia él, entonces caí sobre él, ambos nos miramos a los ojos, él estaba sonrojado y yo podía sentir como mis mejillas se calentaban.
-Lo siento, quise detenerte para que no te cayeras- dije.
William sonrió; intenté levantarme pero me tomó de la cintura impidiendo que me levantara.
-Me gusta más haberme caído- dijo.
Nos miramos fijamente, él sonreía y parecía disfrutar el momento entonces sentí vergüenza y me aleje lo más que pude de él pero seguía teniendo sus manos en mi cintura.
-Has bebido demasiado, será mejor que descanses- dije.
William suspiró.
-Está bien, está bien- me soltó.
Me levante rápidamente y caminé hacia mi habitación, él se levantó despacio y me siguió.
-Lyla- me tomó del hombro- perdón, es que tengo unas copas de más.
-No te preocupes- dije sin voltear a verlo- me divertí.
Entré a mi habitación y cerré la puerta, no podía mantener la mirada con William.
Amaneció, la mañana avanzaba, eran cerca de las 10 cuando tocaron la puerta; me levanté rápidamente y salí corriendo de mi habitación. Abrí la puerta. Me sorprendí al ver a las personas que estaban afuera y me quede sin aliento.
-¡Tía Lyla!- dijo un pequeño.
Lo voltee a ver y me agaché.
-Ryan, ¿cómo estás?- le pregunté.
-Bien, muy feliz porque te vinimos a ver- respondió y me dio un abrazo.
Yo lo abracé también. Me levanté.
-¿Por qué no me avisaste que vendrías? Podría haber ido por ustedes al aeropuerto- dije.
-Quería darte una sorpresa- respondió Nicole, mi hermana mayor.
-Pasen- dije.
Entraron Nicole, Ryan y David a la casa.
-Siéntense- dije- ¿quieren agua o café?
-Por ahora nada, gracias- respondió David.
William apareció en la sala.
-Hola- dijo- perdón por estar en pijama pero es que me acabo de levantar.
Caminé hacia William.
-William ella es Nicole, mi hermana, él David su esposo y él es Ryan, mi sobrino- dije.
-Mucho gusto, soy William Nicholls- dijo.
-¿Eres el compañero de mi hermana?- preguntó Nicole.
-Sí, sí, trabajamos juntos- respondió William.
-¿Y viven juntos?- preguntó David.
-Sí, también, somos una pareja- respondió William con una pequeña risa.
David lo miró de arriba hacia abajo y me vio con una mirada penetrante.
-Tenemos una reservación en un hotel cerca de aquí, iremos a dejar las maletas y a descansar- dijo David.
-¿En serio? ¿Por qué no se quedan aquí?- pregunté.
-Solo hay dos recámaras y son de ustedes- respondió Nicole- pero venimos en la tarde, ¿te parece?
Los miré confundida.
-Está bien, aquí estaremos- respondí.
-Pero mamá, yo quiero estar con mi tía, nunca había estado con ella- dijo Ryan.
-Nos vamos al hotel- dijo David.
-Pero papá.
-Nos vamos, dije.
Se despidieron y se fueron rápidamente.
William se sentó en el sillón.
-Tu hermana se parece mucho a ti- dijo.
-Es lo que nos dicen- suspiré.
-Parece que a tu cuñado no le agradé.
-A él no le agrada nadie, solamente él y su familia.
William rio.
-Bueno, me iré a bañar, no quiero estar aquí cuando venga- se levantó y se fue al baño.

sábado, 13 de abril de 2013

Un caso de amor.


Capítulo 24- Venecia.
Venecia, Italia, 22 de noviembre, 13:45 hrs.
Matt estaba sentado en la sala de la habitación, leía un libro; William salió de su dormitorio.
-¿Qué haces?- preguntó William.
-Estoy leyendo- respondió Matt.
Tocaron la puerta, William fue a atender.
-¿Sí?- preguntó.
-Detective Nicholls debe acompañarnos- dijo un hombre.
Tomaron a William del brazo y lo esposaron, Matt corrió hacia ellos.
-¿A dónde se lo llevan?- preguntó Matt alterado.
-La reina de la rosa lo espera- respondió.
Caminaron hacia el elevador y se lo llevaron, Matt se metió a la habitación y cerró la puerta.
-Oh por dios- dijo.
Fue a su dormitorio, tomó sus cosas y se fue.
Llevaron a William a una casa enorme, con grandes jardines y una fuente al centro, caminaron hasta la puerta y ahí lo llevaron a un salón grande. Cuando entraron, William vio un escritorio, detrás había una silla con un respaldo grande, atrás había un librero y así las paredes del salón estaban cubiertas de libros; había una silla enfrente del escritorio, ahí lo sentaron.
-Bienvenido a Venecia- dijo voz que venía de atrás de la silla.
Luego se giró y se dejó ver una mujer perfectamente conservada, de piel blanca, ojos verdes, cabello castaño y corto hasta los hombros; la mujer sonreía.
-Detective William Nicholls- continuó.
Londres, Inglaterra, 23 de noviembre, 11:20 hrs.
Charles y yo estábamos en el laboratorio revisando unas cosas, Stephanie entró.
-Doctora Grey, la buscan- dijo.
-¿Quién?- pregunté.
-Un joven, Matt se llama.
Me levanté de prisa y salí del laboratorio, Charles me siguió. Afuera estaba Matt, con sus maletas, lo noté muy inquieto.
-Matt, ¿qué haces aquí?- pregunté.
-Doctora- me volteó a ver- algo terrible pasó- comenzó a temblar.
-Tranquilo, tranquilo, ¿qué pasó?
-Unos hombres llegaron al hotel y se llevaron al detective Nicholls.
Lo miré asombrada.
-Vamos con el jefe- dijo Charles.
Fuimos a la oficina del jefe, Charles entró rápidamente, Matt y yo entramos después.
-Jefe- dijo Charles.
El jefe volteó a vernos.
-¿Matt? ¿Qué haces aquí?- preguntó.
Matt se acercó a su escritorio.
-Algo terrible pasó, se llevaron al detective Nicholls- dijo angustiado.
-¿Qué? ¿Por qué?- preguntó mientras se enderezaba en su asiento.
-Dijeron que la reina de la rosa lo estaba esperando- respondió.
-Santos cielos- dijo asombrado.
Charles se asombró, yo también, el jefe se levantó de su asiento.
-Nos vamos a Venecia, Croft llama al aeropuerto, diles que necesitamos un vuelo urgente a Italia- caminó hacia la puerta.
-¿Yo que hago?- preguntó Matt.
-Ve a tu casa, descansa, relájate- le respondió.
Volteó a verme.
-Doctora, ¿usted quiere ir?- preguntó.
-Sí, todo esto es por mi culpa- respondí.
-Está bien.
Charles regresó.
-Nos esperan en una hora en el aeropuerto- dijo.
-Vayan por sus cosas, nos vemos en una hora en el aeropuerto- dijo el jefe.
Caminamos hacia la salida.
-¿Segura que quieres ir?- preguntó Charles.
-Sí, estoy más que segura, si Georgina quiere verme a mí entonces así será- aceleré el paso.
Venecia, Italia, 23 de noviembre, 14:05 hrs.
La reina entró al salón, William se había quedado ahí toda la noche y la mañana; entró un hombre con un plato y se lo puso en el escritorio, la reina caminó hacia su asiento y se sentó. Comenzó a comer.
-¿Qué tal la noche?- preguntó.
William la miró fijamente.
-Ah, ¿quiere un poco?- preguntó.
-No- respondió William.
-¿No? Vaya, no había conocido a alguien que rechazara un poco de pasta italiana, es la mejor- sonrió.
William giró la cabeza hacia la izquierda.
-Ha pasado un día desde que lo trajimos, ¿cuánto tiempo pasará para que Lyla llegue?- preguntó la reina.
-Toda una eternidad- respondió William.
-¿Eso crees? ¿Tan poca fe tienes?- rio.
William cerró los ojos.
-Yo creo que si vendrán, quizá solo estén esperando un vuelo hacia acá- llevó un poco de pasta a su boca.
Habíamos llegado por fin, el vuelo fue largo y nunca antes me había sentido tan ansiosa. El jefe tomó su celular y habló, Charles se acercó a mí.
-Todo estará bien, ya verás- dijo.
-Lo sé.
Nos llevaron a un hotel, ahí teníamos una reservación; subimos a nuestra habitación y dejamos las maletas.
Esperamos ahí hasta que dieron las 9 de la noche, todos buscaban en sus computadoras alguna respuesta del paradero de William, pero nadie la encontró; en ese momento el celular del jefe sonó.
-¿Hola?- contestó.
-Detective Samuels, que gusto tengo de poder hablar con usted.
-¿Quién es?
-Me llamo Georgina Millefiore, pero todos me conocen como la reina de la rosa.
-¿Qué quiere?
-Negociar, claro.
-Nosotros no negociamos con mafiosos.
-Bueno, tal vez mi oferta le agrade; le entregaré al detective Nicholls si usted me trae a la doctora Lyla.
-¿Qué quiere de ella?
-Nada, solo conversar un poco, muero por conversar con ella.
-Está bien, ¿dónde la verá?
-En la basílica de San Giorgio Maggiore, estaré en la parte de atrás donde nadie podrá vernos ni oírnos, mañana a las 3 de la tarde; otra cosa detective, la doctora Lyla tiene que ir sola, si no va sola mataré al detective Nicholls, hasta luego- colgó.
-¿Qué paso?- preguntó Charles.
-Era la reina de la rosa, quiere que mañana se encuentren ella y la doctora- respondió.
-Bien, ¿en dónde?- pregunté.
-La basílica de San Giorgio Maggiore, dejará libre al detective Nicholls- respondió.
-Muy bien, ¿a qué hora?- pregunté.
-A las 3, quiere que vayas sola, pero Croft y yo nos disfrazaremos de turistas- respondió.
-Está bien- dijo Charles.
La noche pasó, el amanecer llegó, todos nos preparamos para el encuentro con Georgina. Estudiamos los alrededores de la basílica, teníamos un plan.
Por fin llegó la hora, fuimos hacia la basílica, yo sola caminé a la parte de atrás de la basílica, Charles y el jefe caminaba por ahí vigilando. Cuando llegué todo estaba solo, a lo lejos vi a unas personas, acerqué a ellas.
-Doctora Lyla Grey, que gusto me da verla de nuevo.
Caminó hacia mí una mujer, era la reina de la rosa.
-Cuánto has cambiado, ahora eres toda una mujer- sonrió.
-¿Dónde está William?
Levantó su mano izquierda y señaló hacia atrás.
-Ahí.
Vi a William, estaba atado de manos y parado.
-Tráiganlo- dijo la reina.
Dos hombres tomaron a William de los brazos y lo llevaron junto a la reina.
-Aquí está, tu amigo, muy agradable y guapo- le tocó el cabello.
-Muy bien entonces deje que se vaya y yo me quedaré.
Soltó una carcajada.
-Había olvidado lo valiente que eras- sonrió.
Desató a William, lo tomó del brazo y lo aventó hacia mí. En ese momento Charles apareció, al verlo William corrió hacia la salida, yo también, pero al mismo tiempo la reina sacó una pistola y le disparó a Charles que iba detrás de nosotros, Charles cayó, William y yo volteamos y lo vimos ahí tirado en el piso, corrí hacia él y me tiré al suelo, lo tomé entre mis brazos y recargué su cuerpo en mis piernas.
-Le dije a Samuels que vinieras sola, pero no obedeció, y por lo que veo ese hombre te importa mucho- soltó otra carcajada- me alegra que te importe, así sentirás lo que yo sentí cuando tú mataste a mi esposo.
El jefe llegó con unos policías.
-Eso no era parte del trato, vámonos- se dio la vuelta.
Ella y todos los que la acompañaban se adentraron en la obscuridad y desaparecieron, el jefe se acercó a nosotros y se quedó sorprendido al ver el estado de Charles.
-Lyla, tú eres doctora, sálvalo- dijo.
-No, ya es demasiado tarde, llegó la hora de irme- dijo Charles.
-No digas eso, aún podemos- me interrumpió.
-No, llegó mi hora, déjame irme en paz, por favor- insistió.
-No, no, ¡no!- exclamé.
-William cuídala mucho- dijo Charles.
-Tú no te vas a morir- las lágrimas de mis ojos salieron.
-No llores, mejor recuérdame siempre sonriendo, con esa hermosa sonrisa que tienes, Lyla- se detuvo- te amo, jamás amé a nadie más, solo a ti.
-Y yo también te amo, pero por favor, no te vayas.
-Ven, acércate a mí.
Me acerqué a él y nos dimos el último beso, después de eso su corazón dejo de latir.
-¡No! ¡No por favor! ¡No te puedes morir!- exclamé.
William y el jefe observaban y cuando notaron que Charles había muerto William corrió hacia mí.
-Se fue- dijo- se ha ido.
-No, ¡no es cierto!- acerqué su frente a mi boca y la besé- no, por favor.
William me levantó, el cuerpo de Charles quedó sobre el piso; William me abrazaba, los policías cargaron el cuerpo y salieron.
Yo estaba en un llanto enorme, el corazón se me partía, el dolor que sentía era incurable; William me abrazaba y me decía que me tranquilizara pero simplemente no podía.
Salimos de ese lugar, fuimos al hotel y empacamos nuestras, el avión de vuelta a Londres estaba esperándonos. Nos fuimos, pero no sonreíamos, tampoco platicábamos, simplemente pensábamos y yo en especial dejaba que el corazón se endureciera y se enfriara.