Capítulo 24- Venecia.
Venecia, Italia, 22 de noviembre, 13:45 hrs.
Matt estaba sentado en la sala de la habitación, leía un
libro; William salió de su dormitorio.
-¿Qué haces?- preguntó William.
-Estoy leyendo- respondió Matt.
Tocaron la puerta, William fue a atender.
-¿Sí?- preguntó.
-Detective Nicholls debe acompañarnos- dijo un hombre.
Tomaron a William del brazo y lo esposaron, Matt corrió
hacia ellos.
-¿A dónde se lo llevan?- preguntó Matt alterado.
-La reina de la rosa lo espera- respondió.
Caminaron hacia el elevador y se lo llevaron, Matt se metió
a la habitación y cerró la puerta.
-Oh por dios- dijo.
Fue a su dormitorio, tomó sus cosas y se fue.
Llevaron a William a una casa enorme, con grandes jardines y
una fuente al centro, caminaron hasta la puerta y ahí lo llevaron a un salón
grande. Cuando entraron, William vio un escritorio, detrás había una silla con
un respaldo grande, atrás había un librero y así las paredes del salón estaban
cubiertas de libros; había una silla enfrente del escritorio, ahí lo sentaron.
-Bienvenido a Venecia- dijo voz que venía de atrás de la
silla.
Luego se giró y se dejó ver una mujer perfectamente
conservada, de piel blanca, ojos verdes, cabello castaño y corto hasta los
hombros; la mujer sonreía.
-Detective William Nicholls- continuó.
Londres, Inglaterra, 23 de noviembre, 11:20 hrs.
Charles y yo estábamos en el laboratorio revisando unas
cosas, Stephanie entró.
-Doctora Grey, la buscan- dijo.
-¿Quién?- pregunté.
-Un joven, Matt se llama.
Me levanté de prisa y salí del laboratorio, Charles me
siguió. Afuera estaba Matt, con sus maletas, lo noté muy inquieto.
-Matt, ¿qué haces aquí?- pregunté.
-Doctora- me volteó a ver- algo terrible pasó- comenzó a
temblar.
-Tranquilo, tranquilo, ¿qué pasó?
-Unos hombres llegaron al hotel y se llevaron al detective
Nicholls.
Lo miré asombrada.
-Vamos con el jefe- dijo Charles.
Fuimos a la oficina del jefe, Charles entró rápidamente,
Matt y yo entramos después.
-Jefe- dijo Charles.
El jefe volteó a vernos.
-¿Matt? ¿Qué haces aquí?- preguntó.
Matt se acercó a su escritorio.
-Algo terrible pasó, se llevaron al detective Nicholls- dijo
angustiado.
-¿Qué? ¿Por qué?- preguntó mientras se enderezaba en su
asiento.
-Dijeron que la reina de la rosa lo estaba esperando-
respondió.
-Santos cielos- dijo asombrado.
Charles se asombró, yo también, el jefe se levantó de su
asiento.
-Nos vamos a Venecia, Croft llama al aeropuerto, diles que
necesitamos un vuelo urgente a Italia- caminó hacia la puerta.
-¿Yo que hago?- preguntó Matt.
-Ve a tu casa, descansa, relájate- le respondió.
Volteó a verme.
-Doctora, ¿usted quiere ir?- preguntó.
-Sí, todo esto es por mi culpa- respondí.
-Está bien.
Charles regresó.
-Nos esperan en una hora en el aeropuerto- dijo.
-Vayan por sus cosas, nos vemos en una hora en el
aeropuerto- dijo el jefe.
Caminamos hacia la salida.
-¿Segura que quieres ir?- preguntó Charles.
-Sí, estoy más que segura, si Georgina quiere verme a mí
entonces así será- aceleré el paso.
Venecia, Italia, 23 de noviembre, 14:05 hrs.
La reina entró al salón, William se había quedado ahí toda
la noche y la mañana; entró un hombre con un plato y se lo puso en el
escritorio, la reina caminó hacia su asiento y se sentó. Comenzó a comer.
-¿Qué tal la noche?- preguntó.
William la miró fijamente.
-Ah, ¿quiere un poco?- preguntó.
-No- respondió William.
-¿No? Vaya, no había conocido a alguien que rechazara un
poco de pasta italiana, es la mejor- sonrió.
William giró la cabeza hacia la izquierda.
-Ha pasado un día desde que lo trajimos, ¿cuánto tiempo
pasará para que Lyla llegue?- preguntó la reina.
-Toda una eternidad- respondió William.
-¿Eso crees? ¿Tan poca fe tienes?- rio.
William cerró los ojos.
-Yo creo que si vendrán, quizá solo estén esperando un vuelo
hacia acá- llevó un poco de pasta a su boca.
Habíamos llegado por fin, el vuelo fue largo y nunca antes
me había sentido tan ansiosa. El jefe tomó su celular y habló, Charles se
acercó a mí.
-Todo estará bien, ya verás- dijo.
-Lo sé.
Nos llevaron a un hotel, ahí teníamos una reservación;
subimos a nuestra habitación y dejamos las maletas.
Esperamos ahí hasta que dieron las 9 de la noche, todos
buscaban en sus computadoras alguna respuesta del paradero de William, pero
nadie la encontró; en ese momento el celular del jefe sonó.
-¿Hola?- contestó.
-Detective Samuels,
que gusto tengo de poder hablar con usted.
-¿Quién es?
-Me llamo Georgina
Millefiore, pero todos me conocen como la reina de la rosa.
-¿Qué quiere?
-Negociar, claro.
-Nosotros no negociamos con mafiosos.
-Bueno, tal vez mi
oferta le agrade; le entregaré al detective Nicholls si usted me trae a la
doctora Lyla.
-¿Qué quiere de ella?
-Nada, solo conversar
un poco, muero por conversar con ella.
-Está bien, ¿dónde la verá?
-En la basílica de San
Giorgio Maggiore, estaré en la parte de atrás donde nadie podrá vernos ni
oírnos, mañana a las 3 de la tarde; otra cosa detective, la doctora Lyla tiene
que ir sola, si no va sola mataré al detective Nicholls, hasta luego-
colgó.
-¿Qué paso?- preguntó Charles.
-Era la reina de la rosa, quiere que mañana se encuentren
ella y la doctora- respondió.
-Bien, ¿en dónde?- pregunté.
-La basílica de San Giorgio Maggiore, dejará libre al
detective Nicholls- respondió.
-Muy bien, ¿a qué hora?- pregunté.
-A las 3, quiere que vayas sola, pero Croft y yo nos
disfrazaremos de turistas- respondió.
-Está bien- dijo Charles.
La noche pasó, el amanecer llegó, todos nos preparamos para
el encuentro con Georgina. Estudiamos los alrededores de la basílica, teníamos
un plan.
Por fin llegó la hora, fuimos hacia la basílica, yo sola
caminé a la parte de atrás de la basílica, Charles y el jefe caminaba por ahí
vigilando. Cuando llegué todo estaba solo, a lo lejos vi a unas personas,
acerqué a ellas.
-Doctora Lyla Grey, que gusto me da verla de nuevo.
Caminó hacia mí una mujer, era la reina de la rosa.
-Cuánto has cambiado, ahora eres toda una mujer- sonrió.
-¿Dónde está William?
Levantó su mano izquierda y señaló hacia atrás.
-Ahí.
Vi a William, estaba atado de manos y parado.
-Tráiganlo- dijo la reina.
Dos hombres tomaron a William de los brazos y lo llevaron
junto a la reina.
-Aquí está, tu amigo, muy agradable y guapo- le tocó el
cabello.
-Muy bien entonces deje que se vaya y yo me quedaré.
Soltó una carcajada.
-Había olvidado lo valiente que eras- sonrió.
Desató a William, lo tomó del brazo y lo aventó hacia mí. En
ese momento Charles apareció, al verlo William corrió hacia la salida, yo
también, pero al mismo tiempo la reina sacó una pistola y le disparó a Charles
que iba detrás de nosotros, Charles cayó, William y yo volteamos y lo vimos ahí
tirado en el piso, corrí hacia él y me tiré al suelo, lo tomé entre mis brazos
y recargué su cuerpo en mis piernas.
-Le dije a Samuels que vinieras sola, pero no obedeció, y
por lo que veo ese hombre te importa mucho- soltó otra carcajada- me alegra que
te importe, así sentirás lo que yo sentí cuando tú mataste a mi esposo.
El jefe llegó con unos policías.
-Eso no era parte del trato, vámonos- se dio la vuelta.
Ella y todos los que la acompañaban se adentraron en la
obscuridad y desaparecieron, el jefe se acercó a nosotros y se quedó
sorprendido al ver el estado de Charles.
-Lyla, tú eres doctora, sálvalo- dijo.
-No, ya es demasiado tarde, llegó la hora de irme- dijo
Charles.
-No digas eso, aún podemos- me interrumpió.
-No, llegó mi hora, déjame irme en paz, por favor- insistió.
-No, no, ¡no!- exclamé.
-William cuídala mucho- dijo Charles.
-Tú no te vas a morir- las lágrimas de mis ojos salieron.
-No llores, mejor recuérdame siempre sonriendo, con esa
hermosa sonrisa que tienes, Lyla- se detuvo- te amo, jamás amé a nadie más,
solo a ti.
-Y yo también te amo, pero por favor, no te vayas.
-Ven, acércate a mí.
Me acerqué a él y nos dimos el último beso, después de eso
su corazón dejo de latir.
-¡No! ¡No por favor! ¡No te puedes morir!- exclamé.
William y el jefe observaban y cuando notaron que Charles
había muerto William corrió hacia mí.
-Se fue- dijo- se ha ido.
-No, ¡no es cierto!- acerqué su frente a mi boca y la besé-
no, por favor.
William me levantó, el cuerpo de Charles quedó sobre el
piso; William me abrazaba, los policías cargaron el cuerpo y salieron.
Yo estaba en un llanto enorme, el corazón se me partía, el
dolor que sentía era incurable; William me abrazaba y me decía que me
tranquilizara pero simplemente no podía.
Salimos de ese lugar, fuimos al hotel y empacamos nuestras,
el avión de vuelta a Londres estaba esperándonos. Nos fuimos, pero no
sonreíamos, tampoco platicábamos, simplemente pensábamos y yo en especial
dejaba que el corazón se endureciera y se enfriara.
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