Capítulo 6- El día libre.
Después de resolver algunos casos el jefe nos dio el día
libre, era viernes y aproveché en ir a comprar unos libros, William quiso
acompañarme.
-Ya tienes muchos libros ¿por qué más?- preguntó.
-Los necesito, doy conferencias en las universidades y me
han invitado a universidades de otros países- respondí.
-¿De verdad? Me alegro por ti- sonrió.
-Pero no iré, trabajo para el servicio especial de
Inglaterra no puedo ausentarme.
Llegamos a la librería, entramos y caminé directo a la
sección de libros de medicina.
-¿Entonces para qué quieres los libros?- preguntó William.
-Para mis conferencias- respondí.
Tome algunos libros, muchos de ellos eran de biología y
química, cuide que William no lo notara.
-Buscaré un libro- dijo.
Se alejó, saqué el celular y llame a Christine, tenía la
intención de ir a comer al restaurante en el que trabajaba.
-¿Hola?- dijo
Christine al contestar.
-Christine, tengo el día libre y pensé en ir a comer a tu
restaurante.
-Me parece bien, salgo
a las 4, después de comer podemos ir a dar una vuelta- rio.
-Sé a qué te refieres, William irá conmigo.
-Eso es aún mejor, ¿es
una cita?
-¿Qué? No, no, solo somos amigos, ya te lo he dicho.
Sentí como William se acercaba hasta que llegó en frente de
mí.
-Te veo en el restaurante, adiós- colgué.
-¿Quién era?- preguntó.
-Christine, iré a comer a su restaurante- respondí.
-Que bien- sonrió.
-Oye, me preguntaba si- me detuve, el volteó a verme, sentí
un nudo en la garganta pero al fin continué- me preguntaba si, hm, ¿quieres ir
a comer conmigo?- suspiré.
William se sorprendió, soltó una risa y se frotó el cabello.
-¿Es una cita?- preguntó.
-¿Qué? No, no, solo una comida normal, como amigos- me
interrumpió.
-Si fuera una comida normal, como amigos, no lo preguntarías
con nervios- se acercó un poco más a mí.
-¿Nervios? No estoy nerviosa, solo responde- suspiré.
-Si es una comida normal, como amigos, no, pero si es una
cita, si- sonrió.
Lo miré fijamente a los ojos, ninguno de los dos desviamos
la mirada, contemplé a aquel compañero mío, su cabello negro, ondulado, su boca
que dibujaba una dulce sonrisa, sus manos sostenían un libro y por último sus
ojos color celeste, tenían un brillo especial.
-¿Entonces, comida normal o cita?- preguntó.
-Compraré esto- dije.
Caminé a la caja, él iba detrás, se detuvo a observar los
libros que estaba comprando, después el pago el libro que llevaba, salimos y
nos subimos a su auto.
-Supongo que la invitación era para una comida normal- dijo.
No respondí, miraba hacia otro lado, sentía vergüenza.
-Pero está bien, iré, aunque sea una comida normal- dijo.
Continué mirando hacia otro lado.
-¿Por qué compraste libros de biología y química?- preguntó.
-Eh, no, claro que no- voltee a verlo.
-Sí, yo vi que los compraste.
-Estas confundiéndolos, ¿para qué compraría esos libros?
Detuvo el auto, tomó la bolsa de mis libros y sacó los dos
libros.
-Tú dime- sonrió.
-Bien, tú ganas, obtuve una beca para estudiar bioquímica.
-¿Es enserio? Vaya, te gusta estudiar.
-Me ayudará mucho en el trabajo, le dije al jefe que mis
clases serán en sábado y como es para beneficiar a ustedes los policías aceptó.
-Pues me alegro, cada día me sorprendes más- se detuvo, me
miró y sonrió- ¿a qué hora iremos a comer?
-A las 3.
-Bien, ¿qué quieres hacer mientras?
Estábamos cerca de un parque, bajamos y nos sentamos en una
banca libre.
-Recuerdo cuando era niño- sonrió- jugar en el parque y
tener amigos y enemigos- suspiró.
-Yo nunca lo hice.
-¿Por qué?
-Bueno, no me gustaban esas cosas.
-Eras la niña rara, yo era muy amigable, quería ser bombero
pero a los 16 años me di cuenta que me gustaba hacer otras cosas- rio.
-¿Atrapar a los malos?
-Sí, pero mis padres me obligaron a estudiar la universidad.
-¿Y qué estudiaste?
Suspiró y miró hacia el cielo.
-Entré a la escuela militar- dijo después de unos segundos-
fui a la guerra muy joven, a veces sueño que estoy ahí.
-Un maestro mío fue también, como médico.
No dijo nada, solo observaba el cielo.
-Jamás olvidaré la guerra- dijo al fin- solo controlo mis
recuerdos- sonrió y volteó a verme- no sé nada de ti, yo te he contado varias
cosas de mí.
-¿Qué quieres saber?
-¿Tus padres? ¿Tienes hermanos? ¿Más amigos?
Suspiré y clave mi mirada al piso.
-Mis padres murieron cuando tenía 10 años, tengo una hermana
mayor y sólo he tenido dos amigas- suspiré.
-¿Christine y Kate?- preguntó temeroso.
-Sí, solo ellas.
-Oye lamento lo de tus padres.
-Fue hace mucho tiempo, no tienes por qué lamentarte.
Me miró sin decir una palabra.
-Mi hermana vive en España, su esposo es español y tienen un
hijo.
-Vaya, eres tía, nunca lo imaginé.
-Hablemos de otra cosa.
William suspiró, yo seguía teniendo los ojos en el suelo; al
ver que no dijo nada me levanté, el hizo lo mismo y fuimos al auto.
Llegó la hora de ir a comer, el restaurante era grande, no
era muy lujoso pero lucía muy bien, ordenamos y al instante trajeron las
bebidas, la comida era buena, por fin Christine apareció, nosotros solo la
esperábamos.
-Entonces chicos ¿a dónde quieren ir a divertirse?-
preguntó.
-¿Divertirnos?- preguntó William.
-Sí, vamos a cambiarnos y nos vamos a un bar ¿les parece?-
dijo Christine.
-A mí me encanta la idea- dijo William.
Ambos me voltearon a ver, los miré y sonreían.
-Bien, bien, vamos a un bar.
Christine fue a la casa, ahí nos arreglamos, me ayudó a
vestir, me maquillo, me peino e hizo muchas otras cosas. William terminó rápido
de arreglarse, no esperaba en la sala. Eran las 7 y por fin Christine había
terminado de arreglarme, abrió la puerta de mi habitación y salimos, William
nos miró de reojo y rápido volteó por completo.
-Vaya, doctora, usted se ve- suspiró- usted se ve.
-Calma Will, no te trabes- dijo Christine.
Me sentí incómoda al ver la reacción de William, vestía como
nunca antes me había visto: un vestido de color negro, pegado que no tenía
tirantes y terminaba algunos centímetros arriba de las rodillas, tacones del
mismo color, una gabardina que nunca había usado, era corta, aunque estaba poco
más larga que el vestido. William se levantó y se acercó a nosotras.
-Entonces ¿ya nos vamos?- preguntó, me miraba y una sonrisa
se dibujó en su rostro.
-Sí, vámonos- dijo Christine.
El bar estaba lleno, había música a un alto volumen,
llegamos directo a la barra, pedimos una botella y comenzamos a beber.
-Entonces ¿eres detective?- preguntó Christine viendo a
William.
-Sí, ¿tú eres chef?
-Sí, siempre tuve ese don, me encanta cocinar- sonrió.
-Tu novio debe de ser feliz- rio William.
-Lo es, en una semana llega, se retrasó un poco.
-¿De dónde viene?
-Francia, lo conocí mientras estudiaba allá.
William y Christine platicaron un largo rato, yo solo
observaba el lugar, nunca había entrado a un lugar parecido. La música subió
aún más el volumen, todos se pararon a bailar y Christine y William no fueron
la excepción, bailaban en pareja y disfrutaban el momento, yo solo los miraba.
De pronto un muchacho se sentó junto a mí.
-Hola, me llamo Luke- dijo.
-Hola- dije.
-¿Cómo te llamas tú?
-Lyla.
-Lyla, ¿te gustaría bailar?- sonrió.
-Lo siento pero no sé cómo hacerlo.
-Yo te enseño- se levantó, me tomó de la mano y me jaló.
Fuimos a la pista, no muy lejos de dónde estaban Christine y
William. La música cambio de ritmo.
-Ahora es lenta- dije.
-Sí, mi preferida- dijo él.
Me tomó de la cintura y me acercó a él, tomó mis manos y las
puso encima de sus hombros, comenzó a guiarme, nos movíamos de un lado a otro.
Acercó más mi cuerpo al de él y me abrazo.
-Dime Lyla- susurró a mi oído- ¿a qué te dedicas?
-Soy médico forense- respondí.
-¡Oh! Que interesante, vivir entre muertos- rio.
-Es mejor que estar rodeada de gente viva- dije.
-¿Por qué?
-Porque la gente nunca se calla.
Comenzó a bajar sus manos hacia mi trasero.
-¿Crees que es mejor el lenguaje corporal?- sonrió.
William y Christine se acercaron de prisa.
-Oye, oye, ¿qué le haces?- dijo William.
Luke me soltó.
-No sabía que tenías novio- dijo- como estaba bailando con
la otra chica pensé que- William lo interrumpió.
-Pues pensaste mal, ella es solo una amiga y a mi novia no
le gusta bailar.
Luke se fue de inmediato, Christine nos miró a ambos,
William siguió con la vista a Luke, yo me fui hacia la barra. Ambos me
siguieron.
-¿Qué hacía ese tipo?- preguntó William.
-Coquetear, no era necesario que le dijeras eso, no somos
novios- respondí.
-Pero se estaba propasando- dijo William.
-Y yo se me defender- dije.
-Oigan chicos, no se enojen, mejor quedémonos aquí y- ambos
interrumpimos a Christine.
-¡Tienes razón!- ambos nos sentamos.
Christine comenzó a platicar, William y yo la oíamos y le
contestábamos, pero sin mirarnos.
-Vamos chicos, ¿pueden dejar de comportarse como unos
niños?- dijo Christine.
-Yo no me comporto como una niña- dije.
-Ni yo- dijo William.
-Entonces disfrutemos la noche, los tres- Christine nos tomó
una mano a cada quien y las acercó.
William tomó mi mano y sonrió, hice lo mismo, Christine rio.
-¡Otra botella!- exclamó.
Después de una larga y divertida conversación nos fuimos de
ahí, William se ofreció a llevar a Christine a su casa.
-Bueno es aquí- dijo Christine- gracias por traerme, los veo
luego.
Se bajó del auto y se despidió. William arrancó el auto.
-¿Me perdonas?- preguntó.
-¿Prometes no volver a hacerlo?
-Lo prometo, pero si veo que necesitas de mi ayuda lo haré-
rio.
Reí con él.
Llegamos a nuestra casa.
-Espero que volvamos a hacerlo- dijo William.
-Pero ahora si déjenme vestir como me gusta- dije.
Abrí la puerta, noté un sobre en el suelo y lo tomé, William
entró y cerró la puerta.
-Gracias por este día, doctora- dijo.
-¿Qué?- reí.
-Me la pasé muy bien, quisiera que se repitiera, de verdad-
sonrió.
Lo miré, sus ojos brillaban y su sonrisa estaba
perfectamente dibujada en su rostro.
-Yo también- dije- buenas noches.
-Buenas noches.
Caminó hacia su habitación, hice lo mismo; voltee a verlo,
él esperaba afuera de la puerta mirándome, me sonrió, le correspondí.
Entre a mi habitación, me quite los zapatos, el abrigo y me
senté, observé el sobre, decía: ‘’Doctora
Grey’’, lo abrí y saqué una hoja que había dentro, la desdoblé y había una
rosa dibujada, estaba coloreada suavemente, parecía real pero solo era un
dibujo. Un miedo inundó mi alma, recuerdos llegaron a mi cabeza, no supe a qué
se refería; volví a leer el sobre, no se habían equivocado, el sobre sí era
para mí. Observé la rosa dibujada, pero no me decía nada, solo estaba ahí, plasmada
en un papel. Guardé el dibujo y el sobre y me acosté.
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