lunes, 8 de abril de 2013

Un caso de amor.


Capítulo 17- El admirador secreto.
-Buenos días doctora Grey- dijo Anne al entrar al laboratorio.
La voltee a ver unos segundos y volví a prestar atención a lo que hacía.
-Me gustaría hablar claro con usted, sé que no le agrado y me gustaría saber por qué- suspiró.
Me levanté de la silla y me acerqué a ella y la miré fijamente a los ojos.
-No hay razón para que no me agrades- dije.
-Entonces ¿por qué no me habla o?- la interrumpí.
-¿Hablarte? Lo haré cuando sea necesario, aquí venimos a trabajar no a hacer amigos- dije.
Anne bajó la cabeza, mi celular sonó y lo tomé.
-¿Hola?- contesté.
-Doctora Grey le habla el director de la universidad, ¿podría venir de inmediato?
-Claro que sí, voy para allá- colgué.
Charles y Stephanie entraron al laboratorio.
-Doctora Grey le llegó un regalo- dijo Stephanie.
-Si es un cadáver déjalo donde siempre, tengo que irme- dije.
-¿A dónde vas?- preguntó Charles.
-A la universidad- respondí.
-Bien entonces te llevo- dijo Charles.
-No- voltee a ver a Anne- mejor quédate, te gusta más estar aquí.
Stephanie se acercó con un ramo de flores.
-Este es su regalo- dijo.
-Déjalo en mi laboratorio- dije.
Salí rápido y caminé hacia la universidad, que en realidad, no estaba muy lejos. Sentí que alguien me seguía, me observaba, se mantenía alejado pero me seguía el paso lo más rápido posible, no hice caso y continué hasta llegar a la universidad.
-Doctora Grey la estábamos esperando- dijo el director.
-Vine lo más rápido que pude- dije.
-Doctora siéntese por favor.
Tomé asiento.
-Usted es una mujer con una capacidad mental extraordinaria, hemos estado buscando a alguien como usted pero simplemente no lo hay- dijo.
-Le agradezco que diga eso- dije.
-No tiene por qué, es la verdad y precisamente por eso es que le llamé- se detuvo y saco unos papeles- queremos que usted sea la nueva directora de la escuela de medicina de Oxford.
Lo miré fijamente, asombrada y sin nada que decir.
-Puede tomarse su tiempo, la verdad es que la queremos a usted, a nadie más- sonrió.
-Sabe que tengo un trabajo- dije.
-Sí, y no lo dejará, es más, hasta puede hacer las investigaciones dentro de la escuela, no habrá problema- dijo.
Pensé un momento, miraba hacia los lados buscando respuesta, pero no la encontraba.
-Lo pensaré bien y les avisaré- dije al fin.
-Tómese el tiempo necesario, nosotros no contrataremos a nadie que no sea usted- sonrió.
Me levanté y me di la vuelta, caminé algunos pasos y voltee a ver al director.
-Gracias por considerarme- sonreí.
Me di la vuelta y continué mi camino hacia la salida. Caminé despacio hacia la morgue, pensando, meditando, buscando respuesta en el cielo y en el suelo también, ese puesto siempre fue mi sueño pero sabía que no podía apartarme de Stephanie o del jefe o de, Charles, el verdadero amor de mi vida, y ahora él está interesado en Anne, no sé, no quería perderlo.
Llegué a la morgue y Stephanie rápido se acercó a mí.
-Doctora Grey el detective Croft me dijo que le dijera que fuera a su oficina en cuanto llegara- dijo.
-Gracias Stephanie- dije.
Fui hacia la oficina de Charles, él estaba sentado con los pies arriba de su escritorio.
-Llegó al hospital general un hombre con un intenso dolor de estómago, iba con otro hombre que tenía los mismos síntomas pero él murió- dijo.
-¿Y?- pregunté.
-Quieren que tú revises el cadáver, el hombre asegura que fue homicidio, los envenenaron.
-Entonces vamos- salí de la oficina.
Charles salió rápido detrás de mí y me tomó del brazo y me jalo hacia él.
-No puedo seguir así contigo- dijo.
Le tomé la mano con la que me sujetaba y se la quité y continué caminando.
Habíamos llegado al hospital, me llevaron a donde estaba el cuerpo y pedí que me dejaran sola. Revisé los estudios que le habían hecho, el estómago estaba totalmente irritado, si no es que estaba completamente quemado, el esófago estaba igual. Tomé un bisturí y abrí el cuerpo; estaba tal y como pensaba, el esófago quemado y el estómago también; me acerqué a oler y era ácido. Salí.
-Le dieron ácido, lo mató enseguida, necesito los estudios del señor que aún vive, aunque no puede ser ácido- dije.
-El señor dijo que les dieron lo mismo, a ambos- dijo uno de los doctores.
-Entonces ese señor tiene un estómago de acero, si les hubieran dado lo mismo él también estaría muerto- dije.
El doctor y un enfermero se fueron por los estudios, Charles se quedó observándome y habló.
-¿Quién te mando esas flores?- preguntó.
-No lo sé, aún no he leído la tarjeta- respondí.
-O sea que puede ser cualquiera, tienes muchos pretendientes- dijo.
Voltee a verlo.
-No tengo pretendientes, en ese caso las flores no eran para mí, sino para Anne- dije.
Charles se acercó a mí y comenzó a reír.
-En eso tienes razón, pero no creo que algún hombre se equivoque al dar el nombre de la mujer que le gusta, ¿no crees?
El doctor y el enfermero llegaron con los estudios.
-Aquí están- dijo el doctor.
Los tomé y los leí, el estómago estaba irritado y el esófago también, me quedé pensando, ¿ppor qué ese hombre aún no había muerto?
-Aquí dice que, en efecto, tomaron lo mismo, traten al paciente con un antiácido y háganle un drenado al estómago antes de que el ácido queme todos sus órganos- dije.
-Bien, muchas gracias doctora, le avisaremos si algo pasa- dijo el doctor.
Ambos se fueron y Charles continuó viéndome de una manera extraña.
-Anne me invitó a salir- dijo.
-¿A dónde irán?- pregunté.
-A un bar- respondió.
-Que bien, me alegro por ustedes y espero que se la pasen bien- lo miré fijamente- que tengas suerte.
Me di la vuelta y caminé hacia la salida, Charles se quedó ahí parado, viéndome como me alejaba, sentí una necesidad de regresar con él pero, ¿para qué? Tiene una cita, está claro que yo ya no le importo más.
Llegué a la morgue y fui directo a mi laboratorio, las flores estaban en una botella con agua y la tarjeta al lado, la tomé y comencé a leerla.
‘’Espero que le sean de su agrado y que sirvan de un hermoso adorno. Con amor, su admirador secreto’’.
Dejé la tarjeta y salí a preguntarle a Stephanie acerca de las flores.
-¿Quién trajo las flores?- le pregunté.
-El cartero- respondió.
-Y, ¿dijo que eran para mí o entendiste mal?
-Yo nunca entiendo mal, él dijo que eran para la doctora Lyla Grey.
-Gracias Stephanie.
Regresé a mi laboratorio, me senté y comencé a ver algunas cosas.
Ya era de noche, Stephanie se fue a despedir.
-Hasta mañana doctora Grey- dijo.
-Espera, me voy contigo- dije.
-Claro, aquí la espero.
Me levanté y tomé mis cosas, había decidido dejar las flores ahí, salimos del laboratorio y luego de la morgue. Comenzamos a caminar hacia la avenida y sentí de nuevo la presencia de que alguien nos seguía, no hice caso y continué conversando con Stephanie. Ella se fue a un lado y yo hacia otro; la presencia de alguien me seguía persiguiendo, así fue hasta llegar a una calle, voltee rápidamente pero no vi a nadie, continué mi paso. Un par de calles antes de llegar a mi casa volví a sentir la presencia, sin hacer ninguna seña voltee rápidamente y pude ver una silueta de un hombre que estaba parado, mirándome, se acercó lentamente hasta estar a un paso de mí, acercó su rostro, traía una capucha encima de la cabeza, solo pude ver la mitad de su rostro.
-¿Le llegó mi regalo, doctora?- preguntó.
-¿Las flores? Sí, muchas gracias- respondí, nerviosa.
-¿Le gustaron?- preguntó mientras se acercaba lentamente un poco más a mí.
-Nunca me habían me regalado flores, no sabía lo que se sentía- respondí mientras desviaba la mirada.
Llevó su mano derecha a mi mejilla y la acarició, yo bajé la cabeza pero él la levantó y me hizo voltear a verlo.
-Me llamo Richard, yo soy su admirador secreto- sonrió.
Lo miré fijamente con miedo, mi cuerpo temblaba y un frío invernal recorrió mis extremidades; él no separó su mano de mi mejilla.
-No tiene por qué tenerme miedo, no le haré nada, solo quería oír su voz- dijo.
-Bueno, ya la oyó, tengo que irme- me interrumpió.
-¿Es por el detective?- preguntó, impaciente.
-¿Qué tiene que ver él?- pregunté.
Suspiró.
-Espero verla de nuevo, hasta luego- llevó su mano hasta mi barbilla y la acercó a él haciendo que nuestros labios se juntaran, me dio un beso suave y después se fue.
Me quedé viendo hacia delante, buscándolo entre la obscuridad; llevé mis dedos a mi boca y la acaricié; mis manos seguían frías y el miedo aún estaba allí.

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